Los resultados generales para la persistente brecha salarial entre hombres y mujeres aseguran que “los hombres ganan más que las mujeres en todos los grupos de países, en todos los niveles de ingreso y en toda la escala salarial”.
En los países de ingreso mediano y bajo (entre los que revista la Argentina) “la brecha salarial de género crece en el extremo inferior de la distribución, donde las mujeres suelen trabajar en ocupaciones mal remuneradas y con altos niveles de informalidad”.
Días atrás, el gobierno argentino confirmó que no será prorrogada la moratoria previsional establecida por Ley 27.705, que vencerá el 23 de marzo y que implicará que 7 de cada 10 mujeres, unas 159 mil en total (mayormente amas de casa, domésticas bajo patrón, cosecheras, gastronómicas, cuentapropistas, entre otras) no podrán jubilarse en Argentina. Serán beneficiarias de la PUAM (un 80% del haber mínimo jubilatorio, cuando cumplan 65 años, por el momento).
El trabajo que no se paga
Mal remuneradas o directamente no remuneradas, lo que, en cualquier país, en cualquier unidad productiva o de servicios capitalista (no esclavista) debería disparar la pregunta elemental: hay personas mal pagas en casi todo el mundo, preferentemente en actividades asociadas al agro, la construcción o servicios “esenciales no esenciales” (salud, cultura, desarrollo social y educación). Pero ¿hay trabajo que no se pague? ¿Ni poco, ni mucho, sino nada?
Efectivamente y no es poco trabajo, ni poco dinero. Son las actividades de cuidado, que son realizadas por mujeres en un 70,2% y –según datos actualizados a noviembre 2023 del Ministerio de Economía nacional– representan el 15,9% del PBI, que es toda la riqueza en valores monetarios que producen los bienes y servicios de un país en un año, medida en algunos de los cuatro dólares existentes.
Según la Secretaría de Hacienda y al dólar oficial, el PBI nacional equivale a u$s 495.685 millones, por lo tanto, nuestras madres, esposas, hermanas o hijas (que no están registradas como personal doméstico), trabajan por un valor impago de u$s79.469 millones anuales. Mal negocio para cada una de ellas y para el país que no recauda sobre ese volumen de informalidad.
Si consideramos esos valores en términos globales, según el Informe de Cumplimento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ONU, 2023), “las mujeres pertenecientes a grupos racializados, migrantes, rurales y urbanas de bajos ingresos, realizan el 75% del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, es decir gratis, sin cobertura social ni previsional de ningún tipo. Si se tradujera esa carga a valores monetarios, el trabajo semi esclavo y culturalmente naturalizado representaría -en estimaciones moderadas- el 40% del PBI mundial. Para 2050 se considera que las mujeres seguirán dedicándole 2,5 horas diarias más que los hombres a las tareas de cuidado.
Para tener parámetros cuantitativos de referencia se puede mencionar -son estadísticas del Banco Mundial- que el aporte al PBI global de los BRICS (todo un bloque de economías líderes) es del 36% y que toda América Latina y el Caribe aportan el 7,3% del total de riquezas a escala mundial.
Según el World Economic Forum y los cálculos Indemit Gill (Jefe del Banco Mundial) “las mujeres tienen el poder de dar impulso a la economía mundial, su avance es bueno para todos y cerrar las brechas de género podría aumentar el producto bruto mundial en un 20%”.
El combate contra la desigualdad es un sueño eterno
También una utopía renovada, pese a los datos sociales y económicos más consistentes y actualizados. Según el informe citado de la OIT, el primer cuarto del siglo XXI muestra un descenso promedio de la desigualdad salarial en términos globales, pero un leve aumento de la brecha salarial por motivos de género y “niveles de desigualdad de ingresos segmentados por deciles inaceptablemente altos”. Que se proyecta sostenida y en aumento para la primera mitad del siglo. Paciencia para la igualdad a éste ritmo, que la organización internacional estima podría concretarse en unos 200 años. El Foro Económico Mundial le pone precisión a la igualdad salarial, de la que podrán disfrutar las mujeres que nazcan en el año 2255.
Nota de un país vecino: al otro lado del Río de La Plata, a unos 780 kilómetros de la capital santafesina y a contramano de la época, el bloque del triunfante Frente Amplio uruguayo propuso desarchivar (sacar del clóset parlamentario), un grupo de proyectos relacionados con la equidad de géneros, tales como la disminución de la brecha salarial y la edad de lo que se denomina “matrimonio infantil” (16 años para la ley del paisito), que ya ha sido observada por 10 organizaciones internacionales de Derechos Humanos.
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En la infografía anterior se puede apreciar qué porcentaje de la riqueza total generada por cada país, es apropiada por las mujeres. Argentina representa el promedio continental y se excluye Venezuela, pues está en apagón estadístico desde 2014.
Pero existen otros indicadores indirectos que permiten anticipar un deterioro de los niveles de empleos e ingresos de las mujeres por dos razones: porque existen realmente y tienen un impacto diferencial negativo sobre mujeres e infancias.
Es el caso del cambio climático, que las afecta en términos de salud, pues favorecen la contaminación doméstica y urbana e incrementa el tiempo que deben dedicar a cuidar personas y al planeta. Las mujeres indígenas, cuya economía y vida cotidiana está íntimamente vinculada a bosques, ríos, superficies cultivables sujetos a apropiación privada, incendios y contaminación, se ven marginadas y desplazadas y consecuentemente pauperizadas.
Según la OIT, más de 1.200 millones de empleos –o lo que es lo mismo decir, el 40% de la fuerza laboral mundial– dependen directa e indirectamente del medio ambiente, de ecosistemas bajo deterioro y reducción permanentes. Y en caso de que se cumpla el peor escenario planteado para el cambio climático (hoy con 1.5 grados por encima de la era pre industrial, con proyecciones de hasta 2,1 para 2050), un total de 158,3 millones de mujeres y niñas serán empujadas a la pobreza.
La consecuencia en términos alimentarios es que la falta de proteínas y carbohidratos, el hambre crónico podrá afectar a 236 millones más de mujeres y niñas, en comparación con una afectación para hombres y niños que alcanzaría los 131 millones.
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La carga laboral duplicada o hasta triplicada se verifica en los hogares monomarentales, en donde la ausencia paterna tiene la doble dimensión de ser psico-afectiva y económica.
Finalmente, un dato eclipsado por el que dice que el 65% de les argentines tiene un jefe hombre, pese a que el 55% de los encuestados por la Compañía Randstad tienen en sus organizaciones políticas para promover equidad. Las tasas de emprendimiento productivo, es decir, la cantidad de mujeres con tiempo, recursos y apoyo financiero para poner en marcha negocios de media y alta escala, es un 20% inferior a sus pares hombres, con iguales o superiores capacidades académicas y técnicas. No cuenta aquí el emprendedurismo de baja calificación y escala, en donde se manifiesta un cuentapropismo mayormente de subsistencia.
Mejores cifras se observan en los empleos de baja calidad, e incluso en los de alta calificación, pero bajo patrón, en relación de dependencia, pero afectadas por la inequidad salarial mencionada y –en muchos casos– afectadas por la violencia laboral y el acoso sexual en el trabajo.