Lo último que recordaría semanas después era el aeropuerto de Copenhague, Dinamarca, desde donde a las 15.15 (local) del miércoles 26 de enero de 1972 había despegado el vuelo 367 de JAT, operado por un McDonnell Douglas DC-9 que debía hacer escala en Zagreb antes de culminar el trayecto en Belgrado, la ciudad donde ella había nacido hacía 22 años.
Pero, a las 16.01, sobrevino la tragedia: una bomba explotó en la bodega de carga y partió en dos al DC-9, que cayó desde 33.000 pies (10.032 metros), el nivel de crucero en el que volaba, y se estrelló cerca de Srbská Kamenice, una ciudad en Checoslovaquia, cerca de la frontera con Alemania Oriental.
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En la aeronave viajaban 28 personas: los dos pilotos, tres azafatas y 23 pasajeros. Murieron 27 y, aunque resulte absolutamente increíble, Vesna Vulovic fue encontrada con vida entre los restos de la aeronave: tras un coma de 27 días, múltiples operaciones y meses de internación, en 1985 ingresaría al Libro Guinness de los Récords por haber sobrevivido a la caída desde mayor altura sin paracaídas.
Viajar y conocer el mundo
Hija de un hombre de negocios y una profesora de Educación Física, Vesna Vulovic nació en Belgrado –capital de la ex Yugoslavia, y actual de Serbia– el 3 de enero de 1950.
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Animada por sus deseos de “viajar y conocer el mundo”, Vulovic (primera desde la izquierda) ingresó en 1971 a JAT (Jugoslovenski Aerotransport, o Transporte Aéreo Yugoslavo), la aerolínea de bandera nacional que, en esa época, volaba a más de 50 destinos internacionales.
Creció en un país que, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en adelante, fue gobernado por Josip Broz, un partisano que se proclamó mariscal y que anunció con orgullo cómo el socialismo había conseguido no solo vencer a la ocupación nazi sino, también, unir en un proyecto común a pueblos hasta entonces enfrentados –en lo político, racial y religioso– en una tensa y desigual convivencia.
Así, la Yugoslavia del mariscal Tito era un estado socialista y plurinacional, con un modelo económico propio y que, en muchos aspectos (incluso la política internacional), se diferenciaba claramente de muchos postulados del bloque del Este, que la Unión Soviética comandaba con mano férrea.
Ciertas “libertades” de su vida diaria –que no se permitían en otros estados detrás de la Cortina de Hierro– le permitieron a Vesna conocer varias costumbres occidentales, entre ellas, la música de Los Beatles e, inmediatamente, se sintió fascinada por el grupo de Liverpool.
Tal es así que, tras completar el primer año de cursado en la Universidad de Belgrado, viajó al Reino Unido para estudiar y mejorar su manejo del inglés.
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El vuelo 367 de JAT, que uniría Estocolmo con Belgrado (con escalas en Copenhague y Zagreb), sería operado por un McDonnell Douglas DC-9-32 matrícula YU-AHT (que había realizado su primer vuelo el año anterior y tenía un total de 2091 horas) al mando del capitán Ludvik Razdrih y con Ratko Mihic como primer oficial.
Se radicó en la ciudad de Newbury, casi 100 kilómetros al oeste de Londres pero, finalmente, su estadía fue breve y terminaría regresando a Belgrado.
Ya en su ciudad natal, vio a una de sus amigas con uniforme de azafata y, animada por sus deseos de “viajar y conocer el mundo” –además, podría visitar periódicamente Londres, ya que había quedado maravillada con la capital británica–, en 1971 Vulovic ingresó a JAT (Jugoslovenski Aerotransport, o Transporte Aéreo Yugoslavo), la aerolínea de bandera nacional que, en esa época, volaba a más de 50 destinos internacionales.
El trágico vuelo 367 de JAT
Era el miércoles 26 de enero de 1972 y, el vuelo 367 de JAT, que uniría Estocolmo con Belgrado (con escalas en Copenhague y Zagreb), sería operado por un McDonnell Douglas DC-9-32 matrícula YU-AHT (que había realizado su primer vuelo el año anterior y tenía un total de 2091 horas) al mando del capitán Ludvik Razdrih y con Ratko Mihic como primer oficial.
Ese día, el vuelo 367 partió del aeropuerto Arlanda, de Estocolmo, a las 13.30 y, aterrizó una hora más tarde en el de Kastrup, Copenhague. Allí embarcó Vesna, quien no había cubierto el trayecto entre las capitales sueca y danesa y, a las 15.15, el DC-9 de JAT despegó con destino a Zagreb, que sería la última escala antes de completar su ruta en Belgrado.
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El vuelo 367 se inició en Estocolmo, aterrizó en Copenhague a las 14.30 y, a las 15.15, el DC-9 de JAT despegó con destino a Zagreb, que sería la última escala antes de completar su ruta en Belgrado. Alcanzado el nivel de vuelo 330 (33.000 pies, o 10.032 metros), la bomba explotó a las 16.01, partió a la aeronave en dos y esta cayó en una región boscosa en las afueras de Srbská Kamenice, unos 90 kilómetros al norte de Praga.
El comandante Razdrih y su tripulación habían llegado a Copenhague el día anterior por la mañana, y volarían desde esta ciudad hasta la capital de Yugoslavia. "Antes del accidente, llevaba solo ocho meses en la compañía. Ni siquiera tenía un contrato permanente", recordaría Vulovic años después.
"Además, no debería haber estado en ese avión, en absoluto. Se suponía que lo haría (la azafata) Vesna Inna, pero hubo un error en la rotación de las tripulaciones y terminé volando yo", reveló.
No obstante, “me alegré por este error, porque podía conocer Dinamarca, ya que sería la primera vez en visitar este país, y pasar la noche en el Sheraton de Copenhague”, completó.
"Todos (los integrantes de la tripulación) querían comprar algo para sus familias, y tuve que ir con ellos. El capitán estuvo encerrado en su habitación durante 24 horas. No quería salir para nada y, por la mañana (del miércoles 26), durante el desayuno, el copiloto estuvo hablando de sus hijos en todo momento”, destacó.
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A bordo del vuelo 367 iban 28 personas: cinco miembros de la tripulación (el comandante, el primer oficial, y tres azafatas) y 25 pasajeros. La explosión en la bodega provocó una violenta descompresión en el DC9 y succionó a varios pasajeros, quienes cayeron libremente al vacío, mientras que otros –incluidos los pilotos– lo hicieron dentro de algunos restos del fuselaje, donde serían encontrados.
A bordo del vuelo 367 iban 28 personas: cinco miembros de la tripulación (el comandante, el primer oficial, y tres azafatas) y 25 pasajeros. Alcanzado el nivel de vuelo 330 (33.000 pies, o 10.032 metros) y, tras dejar atrás el NDB (Non-Directional Beacon, o Radiobaliza no direccional) de Hermsdorf, ubicado en cercanías de Hinterhermsdorf (actual municipio de Sebnitz, en lo que por entonces era Alemania Oriental), la aeronave ingresó en el espacio aéreo de lo que en esa época era Checoslovaquia (hoy República Checa).
Y, a las 16.01, sobrevino la tragedia: una bomba explotó en la bodega del DC-9, que se partió en dos y cayó en una región boscosa en las afueras de Srbská Kamenice, unos 90 kilómetros al norte de Praga.
La violenta descompresión succionó a varios pasajeros, quienes cayeron libremente al vacío, mientras que otros –incluidos los pilotos– lo hicieron dentro de algunos restos del fuselaje, donde serían encontrados.
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Al momento de la explosión, Vesna estaba en la parte trasera de la cabina de pasajeros y, su cuerpo, quedó fijado en una parte de la sección de la cola del DC-9 por un trolley (el carrito con el que las azafatas prestan el servicio de catering a bordo) y, así, cayó los 33.000 pies o 10.032 metros que la separaban del terreno boscoso y nevado de la por entonces Checoslovaquia.
Al momento de la explosión, Vesna estaba en la parte trasera de la cabina de pasajeros y, su cuerpo, quedó fijado en una parte de la sección de la cola del DC-9 por un trolley (el carrito con el que las azafatas prestan el servicio de catering a bordo) y, así, cayó los 33.000 pies o 10.032 metros que la separaban del terreno nevado donde se dispersaron las incontables partes en que se convirtió el vuelo 367 de JAT tras desintegrarse.
Vesna sufrió gravísimas heridas: múltiples fracturas en ambas piernas, tres cervicales (una aplastada por completo), pelvis, costillas y cráneo, que le provocaría una hemorragia cerebral.
Su cuerpo totalmente ensangrentado –con su uniforme turquesa hecho jirones y descalza– fue encontrado por el alemán Bruno Honke, quien vivía en Srbská Kamenica y había concurrido al lugar donde cayeron los restos de la aeronave.
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Tras meses de investigación, la Autoridad de Aviación Civil de Checoslovaquia atribuyó la explosión a una bomba que fue introducida en la bodega de carga del DC-9 dentro de una valija. Esta conclusión coincidía con la firme sospecha del gobierno yugoslavo de que la tragedia del vuelo 367 de JAT no había sido un accidente, sino un atentado de separatistas croatas radicalizados.
Honke había servido como médico durante la Segunda Guerra Mundial y, aún no repuesto de la enorme sorpresa de haber hallado una sobreviviente en medio de semejante desastre, le brindó a Vulovic los primeros auxilios hasta que llegaron los rescatistas.
“(Ella) Estaba cabeza abajo y con el cadáver de una de sus compañeras de tripulación sobre ella. Tenía la parte inferior de su cuerpo dentro del aparato, y el tronco y la cabeza asomando fuera del fuselaje”, recordaría Honke al referirse a las condiciones en las que la encontró.
Su dura recuperación
Trasladada de urgencia a un hospital de Praga, Vesna estuvo en coma 27 días y, durante los ocho meses siguientes al sinestro, su cuerpo quedó paralizado de la cintura para abajo.
Además, como presentó amnesia total durante un mes, no tenía idea de lo que había sucedido, y se enteró de la catástrofe por los médicos que la atendían. Incluso se desmayó cuando uno de ellos le mostró un artículo periodístico donde se citaba que ella era la única sobreviviente de la tragedia.
Lo último que Vulovic pudo recordar antes del siniestro fue saludar a los pasajeros cuando abordaron el DC-9 y el despegue desde Copenhague; lo siguiente, fue ver a sus padres en su habitación del hospital casi un mes más tarde.
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Vesna sufrió gravísimas heridas: múltiples fracturas en ambas piernas, tres cervicales (una aplastada por completo), pelvis, costillas y cráneo, que le provocaría una hemorragia cerebral. Su cuerpo totalmente ensangrentado –con su uniforme turquesa hecho jirones y descalza– fue encontrado por el médico alemán Bruno Honke, quien vivía en Srbská Kamenica y había concurrido al lugar donde cayeron los restos de la aeronave.
El 12 de marzo de 1972, Vesna fue trasladada en avión a un hospital de Belgrado, donde nadie podía entrar a su habitación excepto sus padres –quienes deberían vender sus dos autos y parte de su propiedad para pagar su tratamiento– y los médicos.
La internación de Vulovic duró hasta junio siguiente, tras lo cual continuó su recuperación en Montenegro, donde sus médicos la visitaban cada 48 o 72 horas.
Asimismo, varias veces fue intervenida quirúrgicamente para poder volver a caminar. Al principio solo podía mover la pierna izquierda y, casi un mes después, hizo lo propio con la derecha.
Recién a los diez meses del siniestro recuperó la capacidad de caminar, pero con una leve cojera que la acompañaría por el resto de su vida, ya que su columna vertebral quedó “torcida” permanentemente.
Hasta que recibió el alta definitiva, transcurrirían 16 meses desde la tarde en que Vulovic cayó entre los restos del vuelo 367 de JAT.
Fue un atentado
Tras meses de investigación, la Autoridad de Aviación Civil de Checoslovaquia atribuyó la explosión a una bomba que fue introducida en la bodega de carga del DC-9 dentro de una valija.
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Vulovic estuvo en coma 27 días en un hospital de Praga y, durante los ocho meses siguientes al sinestro, su cuerpo quedó paralizado de la cintura para abajo. Recién a los diez meses del siniestro recuperó la capacidad de caminar, pero con una leve cojera que la acompañaría por el resto de su vida, ya que su columna vertebral quedó “torcida” permanentemente.
Esta conclusión coincidía con la firme sospecha del gobierno yugoslavo de que la tragedia del vuelo 367 de JAT no había sido un accidente, sino un atentado de separatistas croatas radicalizados.
Incluso, al día siguiente del siniestro, un hombre, que manifestó ser un nacionalista croata, llamó al periódico sueco Kvällsposten y se atribuyó la responsabilidad del atentado con una bomba.
Años después, la propia Vesna contaría la sensación que tuvo en el aeropuerto de Copenhague cuando el vuelo 367 –que ella esperaba abordar en ese lugar para continuar con la ruta hacia Belgrado, vía Zagreb– arribó desde Estocolmo.
“Vi a todos los pasajeros y la tripulación bajar del avión. Un hombre parecía terriblemente molesto. No fui solo yo quien lo notó. Otros miembros de la tripulación lo vieron, al igual que el gerente de la estación en Copenhague. Creo que fue el hombre que puso la bomba", señalaría.
“Creo que había despachado una valija en Estocolmo, se bajó en Copenhague y nunca volvió a abordar el vuelo", completó sobre este sujeto, cuya identidad nunca se determinó.
¿Una supuesta conspiración?
La causa de la caída del vuelo 367 fue cuestionada a lo largo de los años por diversas teorías de conspiración. Por caso, el diario checo Letectví a kosmonautika publicó en 1997 que el avión había sido derribado por error por la defensa aérea checoslovaca, pero no aportó prueba alguna.
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Su increíble historia le dio una enorme fama, tanto en Yugoslavia como en el resto del mundo y, en 1985, el Libro Guinness de los Récords reconoció a Vulovic por sobrevivir a la caída más alta sin paracaídas: 10.032 metros (33.000 pies). Vesna recibió su distinción en una gala que se realizó en Londres de manos de su ídolo, el mismísimo sir Paul McCartney, uno de los miembros de Los Beatles, el grupo del que ella era una gran fan.
El 8 de enero de 2009, la revista alemana Tagesschau (Noticias Diarias) publicó una investigación de los periodistas Peter Hornung y Pavel Theiner –basándose en supuestos documentos de la Autoridad de Aviación Civil Checoslovaca– en la que concluyeron que era "extremadamente probable" que el DC-9 de JAT hubiera sido derribado por error por un MiG de la Fuerza Aérea de este país, y que toda la evidencia que indicaba que el avión fue destruido a gran altura por un artefacto explosivo colocado en una valija, habría sido falsificada por la policía secreta local.
La Autoridad de Aviación Civil descartó de plano esta teoría y, la revista checa Technet, citó a un experto del Ejército de ese país: "En caso de violación del espacio aéreo, el incidente no se resolvería con misiles antiaéreos, sino con aviones de combate. Tampoco sería posible ocultar tal incidente, ya que muchas personas sabrían del mismo y, que no contaran o dijeran nada sobre el mismo, no tendría ninguna razón", estimó.
“El posible lanzamiento de un misil sería audible y especialmente visible para miles de personas mucho tiempo después”, agregó.
Además, el operador del radar de defensa aérea checoslovaca del día del siniestro declaró en una entrevista de 2009 que la defensa aérea de Alemania Occidental notaría cualquier avión de combate de este país.
La principal evidencia en contra de tales teorías son los datos de vuelo del Cockpit Voice Recorder (CVR, o Grabador de Voces de Cabina) y el Flight Data Recorder (FDR, o Registrador de Datos de Vuelo), comúnmente llamadas cajas negras, que proporcionaron los datos exactos sobre la hora, velocidad, rumbo, dirección y nivel de vuelo del DC-9 en el momento de la explosión.
Ambas cajas negras fueron abiertas y analizadas en Amsterdam en presencia de expertos de Checoslovaquia, Yugoslavia y los Países Bajos.
El milagro de sobrevivir
Los investigadores de la tragedia concluyeron que Vesna sobrevivió porque la parte del fuselaje en la que cayó impactó contra el piso en un ángulo pronunciado, y sobre una zona muy boscosa y nevada, lo que amortiguó el golpe.
Asimismo, los facultativos que la atendieron consideraron que, debido a su crónica baja presión arterial –que constaba en su historial médico–, se desmayó rápidamente después de que la cabina sufriera la violenta despresurización y, así, evitó que su corazón estallara con el durísimo impacto.
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Vesna fue despedida de JAT en 1991 y, en sus últimos años, vivió sola y con una pensión de apenas 300 euros mensuales en un humilde departamento de Belgrado. Su salud fue deteriorándose progresivamente y, el 23 de diciembre de 2016, fue encontrada muerta en su domicilio tras sufrir un ataque al corazón. Tenía 66 años.
En septiembre de 1972, Vulovi solicitó formalmente retomar su trabajo como azafata aunque, inicialmente, JAT la reincorporó para labores administrativas en una oficina de la compañía.
Meses después volvió a volar y, en cada viaje, les contaba una y otra vez a los pasajeros las peripecias del siniestro y su recuperación en distintos hospitales.
Su increíble historia le dio una enorme fama, tanto en Yugoslavia –donde fue considerada una heroína nacional, a tal punto que recibió una distinción por parte del presidente, el mariscal Tito, y donde el cantante folclórico serbio Miroslav Ilic compuso una canción llamada Vesna stjuardesa, o Vesna la azafata– como en el resto del mundo, brindando entrevistas a distintos medios periodísticos, entre ellos, diarios y revistas europeas, la BBC británica y diversas cadenas televisivas de los Estados Unidos.
Por caso, Vulovic fue declarada Ciudadana de Honor de Srbská Kamenice, la localidad en cuyas cercanías cayó el avión y, una nieta de Bruno Honke, quien la encontró entre los restos del DC-9 de JAT, que nació un mes y medio después de la tragedia, fue bautizada con el nombre Vesna.
Hasta un hotel en Checoslovaquia (actual República Checa), cerca del lugar del siniestro, se llama Pensión Vesna.
Su padres murieron pocos años después del siniestro y, en 1977, se casó con el ingeniero mecánico Nikola Breka –de quien se divorciaría una década después– pero, debido a las múltiples secuelas de su caída, nunca pudo tener hijos.
En 1985, el Libro Guinness de los Récords reconoció a Vulovic por sobrevivir a la caída más alta sin paracaídas: 10.032 metros (33.000 pies). Vesna recibió su distinción en una gala que se realizó en Londres de manos de su ídolo, el mismísimo sir Paul McCartney, uno de los miembros de Los Beatles, el grupo del que ella era una gran fan.
Vesna fue despedida de JAT en 1991 tras criticar públicamente y participar en protestas contra el régimen de Slobodan Miloševic quien, el 11 de enero de ese año, había asumido la presidencia de Serbia en medio del proceso de disolución de Yugoslavia, previo a la guerra entre sus naciones integrantes que se desataría pocos meses después.
"No me importaba la política. Quería que mi nación sobreviviera. Todos piensan que los serbios son malvados, pero no lo son", se defendió.
Pero Vesna no fue arrestada ya que el gobierno estimó que, su encarcelamiento, significaría una mala imagen del mismo ante la opinión pública.
Miloševic fue derrocado en octubre de 2000, y Vulovic, fue una de las personalidades que hablaron desde los balcones del Ayuntamiento de Belgrado tras la caída de quien sería juzgado por el Tribunal Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad en Kosovo, violación de la Convención de Ginebra en la guerra contra Croacia, y genocidio en Bosnia, y que moriría en una celda de La Haya el 11 de marzo de 2006.
En sus últimos años, Vulovic vivió sola y con una pensión de apenas 300 euros mensuales en un humilde departamento de Belgrado. Sus apariciones en público cada vez fueron más esporádicas y, además, rechazó invitaciones –incluida una de la conductora televisiva estadounidense Oprah Winfrey– alegando que, hablar constantemente de la catástrofe, era “muy agotador”.
Su salud fue deteriorándose progresivamente y, en 2002, asistió por última vez a la conmemoración anual que las autoridades de Srbská Kamenice organizaban en el lugar del accidente.
La última entrevista de su vida se la brindó al diario serbio Kurir (Mensajero) en marzo de 2015: "Recuerdo haber subido al avión para volar entre Copenhague y Zagreb, y la imagen de las dos pasajeras que lo abordaron con sus hijos. Esa imagen me persigue. Es mucho más fácil morir, ya que fue más difícil para mí sobrevivir que para los que murieron", comenzó su relato.
“Cada vez que escuché que alguien hablaba sobre mi «supervivencia milagrosa», dije que no fue así. No tuve suerte. No fue suerte. Todos piensan eso, pero están equivocados. Si hubiera tenido suerte, no habría estado en ese avión y mis padres seguirían vivos. El accidente arruinó sus vidas”, recalcó.
También se refirió al largo proceso de recuperación de sus heridas. "Todo eso fue muy doloroso. Pero no me rendí y lo logré. Solo estaba esperando que viniera el médico y dijera: «Bueno, vamos, ya se puede ir»", destacó.
Sin embargo, la recuperación física no sanó todas las heridas porque, a medida que pasaban los años y, sumida en recurrentes pozos depresivos, cuando se acercaba el aniversario de la caída del vuelo 367 le era especialmente difícil hablar de ello. "Podría llorar todo el día", se sinceró.
El 23 de diciembre de 2016, sus amigos, preocupados porque no contestaba las llamadas telefónicas, fueron hasta su domicilio y, un cerrajero, terminó abriendo la puerta de su departamento, donde la encontraron muerta de un ataque al corazón. Tenía 66 años.
Fue sepultada cuatro días después en el Novo Groblje (Nuevo Cementerio) de Belgrado y, su milagrosa historia de supervivencia, continúa concitando gran interés, no solo en el mundo aeronáutico, sino en las nuevas generaciones que se asombran al conocer que una persona pudo contarla al caer desde 33.000 pies o 10.032 metros tras la explosión que destrozó el avión en el que viajaba.
"Nadie esperaba que viviera tanto tiempo", dijo Vesna en una entrevista de 2008, y tuvo toda la razón.
Es que, tras sortear un infierno absolutamente inimaginable, durante los siguientes 44 años de su vida debió rememorar y explicar una y mil veces cómo el destino, sobre los cielos de la actual República Checa, le dijo “hoy no es el día de tu muerte”.