Las infancias trans existen. Negarlas es discriminación. Y no se tratan con terapias hormonales ni cirugías. Se tratan con palabras y acompañamiento amoroso. “Ningún niñe trans recibió ningún tipo de cirugía o de mutilación”. Así de taxativo es Daniel Teppaz, médico tocoginecólogo, exdirector de Género e Interculturalidad del Ministerio de Salud de la provincia de Santa Fe.
Lo subraya: “No hay ningún niñe que se haya operado o al que se le haya hecho una cirugía, o cualquier terapia que implique un proceso irreversible”.
El DNU 62 del Gobierno nacional, precedido por las declaraciones del presidente Javier Milei y el vocero Manuel Adorni sobre prácticas inexistentes, generó miedo y preocupación.
LEER MÁS ► Infancias trans: de la exclusión al acompañamiento para evitar sufrimientos inútiles
“Imaginate el miedo de una criatura de 14 años que tiene que enfrentar todo esto, en este contexto social, y que ya ha vivido discriminación”, indica Natalia, la mamá de Sana, que expresó su identidad a los 5 años y hoy tiene 14.
Para ella, acompañar el proceso de su hija trans fue un desafío. “No entendía nada, porque una tiene que estudiar, tiene que entender que la persona trans nace, no se hace en la adolescencia”.
Y agradece haber encontrado, entonces, un gobierno provincial —a cargo de Miguel Lifschitz— que había creado una dirección de diversidad sexual y un grupo de acompañamiento a infancias trans, con políticas públicas para alojar a su hija.
Lo que hizo como madre fue acompañar a su hija para evitar sufrimientos inútiles.
Acompañar contra la discriminación
Pamela Rocchi es directora provincial de Políticas de Diversidad Sexual y es una persona trans. “Lo que hemos hecho en estos días fue reunirnos, no solamente con los grupos que trabajan con niñes y adolescentes trans, sino con compañeres de la comunidad para ponerme a disposición, para redoblar los esfuerzos, para trabajar. Mi teléfono está abierto las 24 horas”, dice la funcionaria provincial, que primero se define activista.
LEER MÁS ► Ataques y mensajes de odio hacia la comunidad LGBT en Laguna Paiva y Pueblo Esther
Está comprometida en abordar “cualquier problema de discriminación, no solamente en la escuela, en los centros de salud, en la calle”.
Rocchi considera que se deben “redoblar los esfuerzos y ponerle la gota de esperanza, porque en nuestra provincia vamos a trabajar por todos y todas, como lo venimos haciendo hasta el día de hoy”.
En tanto, en el Ministerio de Salud no dieron declaraciones, pero sí hubo una respuesta oficial. “Entendemos la preocupación de quienes están recibiendo estos tratamientos y de sus familias. En este momento, estamos revisando con detenimiento el alcance del decreto”, aseguraron.
Y plantearon que la cartera sanitaria provincial va a priorizar “la salud de los menores”, además de cumplir “con la normativa vigente”. “Aguardamos el debate legislativo para que se aborde el tema de manera integral y con la seguridad jurídica necesaria”, fue la respuesta desde el Ministerio.
Lo que afirman las personas comprometidas con este trabajo dentro del Ministerio de Salud es que seguirán acompañando a esas infancias y adolescencias, más allá de las implicancias del DNU.
Las infancias trans son más vulnerables
En la provincia de Santa Fe, son muy pocas las personas que están recibiendo esas terapias. Si bien no hay una cifra oficial, se cuenta en pocas decenas. “Verdaderamente somos una minoría. Somos alrededor de 25.000 personas en toda la República Argentina”, señala Rocchi.
Y considera “tenés que ser macabro para meterte con una de las poblaciones más vulnerables, con 42 años de expectativa de vida”. Esa cifra no es aleatoria. Surgen de la primera Encuesta Provincial de Vulnerabilidad de la Población Trans realizada en 2019 por el Instituto Provincial de Estadística y Censo (IPEC).
LEER MÁS ► Ser trans en Santa Fe: la historia de una larga lucha contra la discriminación y por los derechos
Desde su experiencia médica, Teppaz afirma: “Une niñe puede manifestarlo en cualquier momento, en tanto se le de lugar. Todo depende de la posibilidad que le demos”.
Pasó en un hospital de Niños de la provincia: no había ningún niño trans hasta que empezaron a llamarles por el apellido. Cuando entraban, le preguntaban cómo querían ser llamados. Fueron 20 quienes se identificaron con otro género.
Por eso es importante la ley de identidad de género, vigente desde 2012. “Da esta posibilidad de expresión, que si no se transforma en una situación muy angustiante para la persona, porque es algo que no se puede decir, que está mal, una rareza. Y eso es discriminación”, afirma el profesional, que también fue Director de Salud Sexual y Derechos Reproductivos en la ciudad de Rosario.
Si hasta ahora no se hacían cirugías para las infancias, ¿qué prohíbe el DNU que impide cualquier terapia hormonal hasta los 18 años?
“En unos pocos casos, porque depende de la edad en que lo pueda expresar, se le puede hacer un retraso o inhibición de la pubertad, de los caracteres sexuales secundarios a la espera de que se pueda trabajar. Pero es reversible”, señala Teppaz.
Lo que subyace es que esta terapia tiene un costo muy alto, y antes del decreto, tanto el Estado como las obras sociales y las prepagas debían cubrirlas.
“La ley de identidad de Género es previa al Código Civil de 2015, y por eso estipula estos derechos a partir de los 18 años, pero también establece cuáles son las excepciones con las personas menores de edad, y los permisos que deben tener para hacer algún tipo de terapias”, sigue Teppaz.
No son tratamientos, porque “las personas trans están sanas”.
Por el Código Civil, a partir de los 16 años no se necesita un tutor, madre, padre o representante legal para decidir un tratamiento de salud. “Hay personas que entre 16 y 18 años reciben terapia hormonal de reemplazo que tampoco son cirugías ni procedimientos irreversibles”, sigue Teppaz.
El efecto de la disposición nacional, y de los dichos presidenciales, va mucho más allá de esas terapias. Es discriminación y violencia. Toma a un colectivo, ya vulnerable, como chivo expiatorio.
Acompañar es la tarea
Natalia lo sabe bien: “La diferencia de una persona trans es que tarda en decir quién realmente es, precisamente por todas estas cuestiones de odio que tiene la sociedad”. Por eso, “fundamentalmente el gran trabajo que se hace con las niñeces trans es el acompañamiento en la subjetividad”, sostiene Teppaz.
Y pondera el trabajo de organizaciones de la sociedad civil, y de organismos como la Dirección Provincial de Diversidad, que “acompañan a las familias de niñes trans para que puedan entender lo que está pasando, puedan abordarlo, saber cómo manejarlo”.
Hablar con las familias, acompañar un proceso. “Esa es la gran acción de salud en las niñeces trans más que la cuestión de tratamientos o cirugías”, sostiene Teppaz. Así lo vivió Natalia, la mamá de Sana, que manifestó su identidad de género a los 5 años. Menciona a Pamela y a Andy Panziera como personas que la ayudaron en ese tránsito.
Porque en este caso, las políticas públicas tienen efectos concretos: pueden evitar sufrimientos. O provocarlos, si son discriminatorias.
Teppaz señala que las personas trans “pueden crecer en un ambiente amoroso diferente cuando la familia puede ser acompañada en el proceso de entender a esta niñez trans y alojarla amorosamente”.
Todo lo contrario es lo que vivieron la mayoría de las personas trans adultas, que fueron alojadas tempranamente de sus casas y arrojadas a la calle y al trabajo sexual.
LEER MÁS ► La historia de Michelle Vargas Lobo y el orgullo de construir su vida con otras travestis
Las encuestas que se han hecho con personas trans describen que “se dieron cuenta cuando eran muy pequeñas, porque la identidad se fija a muy temprana edad, antes de que se pueda expresar”, señala Teppaz.
Y así lo cuenta el libro de Gabriela Mansilla “Yo nena, yo princesa”, que se llama así porque fueron las primeras palabras que su hija Luana dijo, apenas pudo hablar.
Como Gabriela, Natalia tampoco dudó de apostar al amor por su hija, y acompañarla para que fuera feliz. “Doy gracias a la vida de haber podido darle tantas herramientas para que se pueda defender, para que pueda entender y para que pueda debatir siempre con la base del respeto y el diálogo”, dice.
“Mi respuesta siempre va a ser desde el respeto y el amor. No voy a contestar con odio, insultos ni gritos, porque eso no lleva a ningún buen puerto nunca. La única manera es el diálogo”, sigue Natalia.
A Sana, de 14 años, la contiene. “Hablamos un montón para sostenerla, para que no tenga miedo, para que sepa que mamá, papá y todos quien la amamos estamos muy orgullosos de ella, que siempre vamos a estar y que la vamos a seguir acompañando”.
Temas
Te puede interesar