En su primera entrevista luego del anuncio habló en exclusiva con Luis Mino en el programa Ahora Vengo de AIRE.
El 8 de marzo se confirmó que el Arzobispado de Santa Fe decidió su traslado. La noticia generó sorpresa, tristeza y una profunda reflexión en la comunidad santafesina.
Desde su llegada en agosto de 2002, Panigo comprendió que Guadalupe no es solo una iglesia más. Es un centro de fe que trasciende fronteras, un refugio espiritual que ha contado con apenas tres párrocos en cien años, todos con décadas de servicio. Su labor no se limitó a las celebraciones litúrgicas, sino que abarcó el acompañamiento en momentos de crisis que marcaron a Santa Fe, como la catastrófica inundación de 2003, y la concreción de proyectos que surgieron desde la propia comunidad.
Una decisión tomada con obediencia y entrega
El nombramiento de Panigo venció en noviembre de 2023, y aunque existía la posibilidad de renovarlo, la política de rotación de sacerdotes impulsada por el Arzobispado marcó su destino. "Cuando me ordené, prometí obediencia y respeto al obispo", aseguró, reafirmando su compromiso con la Iglesia. Sin embargo, también fue consciente del impacto que esta decisión tendría: "Le advertí que cuando me sacaran iba a haber ruido, porque conozco a la comunidad".
Fiel a su carácter conciliador, desalentó cualquier manifestación de protesta y llamó a la unidad. "Estas son cosas ya dadas, hay que mirar para adelante y construir", dijo, destacando que la misión del sacerdote va más allá del lugar en el que se encuentre. "No hay iglesias de primera o segunda, sino comunidades que deben ser acompañadas".
Los momentos que marcaron los 23 años de Panigo en la Basílica
El momento más difícil para Panigo fue la primera Fiesta de Guadalupe que me tocó vivir en 2003, en medio de la inundación. "No tenía al Padre Trucco a mi lado y el contexto cambió por completo debido a la emergencia. Fue una situación muy dura, con centros de evacuados en la escuela Nuestra Señora de Guadalupe y en la Paula Albarracín. Había llegado hacía poco tiempo y enfrentar esa realidad fue muy difícil", recordó el cura.
En contraste, los momentos más lindos fueron siempre la Fiesta de Guadalupe y el festival. "Son eventos que requieren mucho esfuerzo y trabajo, pero ver a la gente comprometida los hace inolvidables. La noche del festival es especial porque se trata de un evento gratuito, solidario y familiar, en el que los artistas también entregan lo mejor de sí", destacó.
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El padre Olidio Panigo visitó este martes los estudios de AIRE para charlar con el equipo de Ahora Vengo.
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Su vínculo con la Fiesta de Guadalupe es profundo. "Siempre participé, incluso cuando estuve estudiando tres años fuera del país. Si había algo de Santa Fe que extrañaba, era la Fiesta de Guadalupe. Todos los años iba y seguiré yendo, porque es parte de mi vida y de mi calendario", expresó.
Para Panigo, esta celebración es más que una tradición: es un símbolo de unidad. "La Fiesta de Guadalupe no es solo un evento religioso, sino un punto de encuentro para todos: los del centro y la periferia, los de la ciudad y el campo, los profesionales y quienes están en situación de calle, hinchas de Colón y de Unión. Incluso reúne a personas de diferentes creencias: católicos, judíos, evangélicos y también a aquellos que no se consideran creyentes, pero que sienten un lazo especial con la Virgen de Guadalupe".
Más allá de estos grandes eventos, el sacerdote atesora cada encuentro cotidiano en la basílica. "Guadalupe tiene una riqueza increíble en su gente. Cada historia que uno escucha es un testimonio de fe y esperanza. Es hermoso ver cómo las personas acuden no solo a pedir, sino también a agradecer. Eso es lo que hace que esta comunidad sea tan especial", concluyó.
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El legado de una fe vivida con la gente
A lo largo de su ministerio, el Padre Panigo supo escuchar y abrir las puertas de Guadalupe a todos. "El diálogo es lo que ayuda a encontrar los mejores caminos en la Iglesia y en la sociedad", reflexionó, convencido de que el verdadero sentido de su servicio está en la participación activa de la comunidad.
Su testimonio de fe se enlaza con su historia personal. Su madre, devota de la Virgen de Guadalupe, le inculcó su amor por este santuario. Su última voluntad fue que sus restos descansaran allí, un vínculo que marcó su vida y que ahora, en el momento del traslado, cobra un significado especial.
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Maiquel Torcatt / Aire Digital
Un nuevo camino por recorrer
A partir de ahora, Panigo asumirá su misión en Santa María junto a la Cruz. "Voy sin recetas, para conocer la comunidad, saber qué necesita y edificar desde allí", aseguró. A sus 60 años, reconoce que dejar Guadalupe después de más de dos décadas no es fácil, pero lo asume con la misma entrega con la que llegó.
Mientras tanto, la Basílica de Guadalupe recibirá a su nuevo párroco, el Padre Marcelo Blanche, quien continuará el camino de guiar a la comunidad en la fe. "Es una doble realidad: por un lado, el sentimiento de quienes ven el cambio; por el otro, las expectativas de quienes recibirán un nuevo sacerdote".
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Panigo no dejará de volver a Guadalupe. "La Fiesta de Guadalupe es parte de mi vida, de mi calendario", confesó. Y así como acompañó a tantos fieles en su camino de fe, ahora es la comunidad la que lo despide con gratitud y emoción, recordando que, más allá del sacerdote, lo que siempre permanece es el amor por la Virgen de Guadalupe, un vínculo que ni el tiempo ni la distancia podrán romper.