Un diagnóstico inesperado: el COVID-19 avanzaba rápidamente
Era finales de marzo de 2021, un año después del inicio de la pandemia, cuando Yanina comenzó a sentirse mal. “Me empecé a sentir con fiebre y a perder el olfato. Volví a Santa Fe y me hisoparon, y el resultado fue positivo”, recordó. A partir de ese momento, su salud empeoró rápidamente. La fiebre no cedía y su oxígeno en sangre bajó drásticamente, lo que la llevó a ser internada en el Hospital Cullen con diagnóstico de neumonía bilateral.
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“Cuando entré al hospital, me dijeron que tenía el COVID avanzado. No lo sentí como algo personal, pensé en todo lo que estaba viviendo colectivamente, no solo en mí”, afirmó Yanina, consciente de que su historia no era única, sino que representaba las vivencias de miles de personas que enfrentaron lo mismo durante la pandemia.
20 días de incertidumbre: “Pensé que me habían velado dos veces”
Durante los 20 días que estuvo internada, Yanina no recuerda nada. “Sentí que había muerto, me vi a mí misma como si me hubieran velado. Fue una sensación rara, como un sueño”, confesó. Su familia, que la visitaba en pocas ocasiones debido a las restricciones del hospital, solo podía verla en su estado más crítico, intubada y dormida.
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Mientras Yanina batallaba contra el COVID-19, la comunidad de su escuela la recordó con un abrazo simbólico.
Lo que siguió fueron semanas de incertidumbre y lucha. “Desperté en el sanatorio Garay sin saber qué había pasado. No entendía nada, ni siquiera sabía qué día era. Lo primero que pregunté fue por la escuela, no por mi familia. Eso es lo que me mantenía viva”, aseguró.
El abrazo simbólico y el apoyo de la comunidad educativa
Mientras estaba internada, la comunidad educativa no dejó de enviarle fuerzas. Al enterarse de su situación, los alumnos y exalumnos comenzaron a enviar cartas, dibujos y mensajes de apoyo. “Cuando me contaron sobre el abrazo simbólico que se hizo en la escuela, me sorprendió mucho. No sabía lo que había pasado, pero me emocionó saber que todo ese cariño llegó a mí en un momento tan difícil”, relató.
El abrazo simbólico organizado por los alumnos fue un gesto que marcó la diferencia en su recuperación, ya que le dio una energía renovada para seguir adelante. “La energía de esos niños fue clave en mi recuperación. Ellos me mostraron lo importante que es para ellos que yo esté bien”, afirmó emocionada.
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Los alumnos de Yanina siempre la tuvieron presente.
El regreso a la escuela y una nueva perspectiva de la vida
Tras su alta en mayo de 2021, nvolvió a trabajar en agosto de ese año. “Lo más importante para mí era volver a la escuela, volver a estar con los chicos. Mi objetivo era claro: regresar a mi lugar”, señaló. Sin embargo, la experiencia la hizo replantearse su rutina y entender la importancia de cuidar su salud. “Hoy sé que debo poner límites. Aprendí que no todo depende de mí, y que hay momentos en los que debo parar”, reflexionó.
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A pesar de la dura experiencia, Yanina no ve su paso por la enfermedad como un obstáculo, sino como una oportunidad de aprendizaje. “El COVID me hizo ver que siempre hay una salida. No importa cuán difícil sea la situación, siempre hay una forma de salir adelante”, concluyó con determinación.
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Las docentes y compañeras de la escuela donde Yanina es directora le mandaron su apoyo durante su enfermedad.
Un testimonio de esperanza para quienes aún luchan con secuelas del COVID-19
El testimonio de Yanina no solo refleja su fortaleza personal, sino que también ofrece esperanza a aquellos que continúan enfrentando secuelas del COVID-19, como la neurorehabilitación y problemas de movilidad. “Nunca hay que bajar los brazos”, expresó, con la misma energía que la ha caracterizado siempre.
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