Imagínense a un pueblo completo, a 25 millones de argentinos doblemente campeones del mundo (en 1978 y 1979), azuzados contra un enemigo externo, que, a diferencia del enemigo interno de la Doctrina de la Seguridad Nacional, no era subversivo, guerrillero, comunista o ateo, sino inglés, invasor, pirata y otras denominaciones de época.
Todas las fotos son dolorosas, las de los chicos ateridos de frío y hambre en las trincheras, la del hundimiento del Belgrano, las de la colecta patriótica encabezada por Pinky Satragno y Cacho Fontana, las tapas de las revistas y los diarios que se complotaron con la dictadura para tapar el derrotero inevitable de una guerra que sólo podía perderse, con un alto costo en vidas y que dejaría secuelas imborrables en la conciencia nacional de todas y todos los argentinos. Pero seguramente una de las más difíciles de asimilar sea la primera de todas. La publicamos en blanco y negro, porque tiene cierto encanto documental y porque por entonces la TV color era un privilegio de pocos.
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“Acá están reunidos obreros, empresarios, intelectuales, todos los órdenes de la vida nacional en la unión nacional y la procura del bienestar del país y su dignidad”, gritaba un Galtieri asombrado por su repentina popularidad.
Fue difícil resistirse a la exaltación eufórica y masiva del Mundial 78, pero en abril de 1982 las Madres de Plaza de Mayo eran mundialmente conocidas, la cuenta de desaparecidos apuntaba a miles de personas en un informe preliminar de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, el país soportaba una inflación acumulada de más del 9.000%, el endeudamiento externo alcanzaba el 60,5% del PBI (20.024 millones de dólares), la CGT había realizado el primer paro multitudinario (se movilizaron unas 15 mil personas) pidiendo la normalización democrática y “Paz, Pan y Trabajo”, con un muerto y más de mil detenidos, incluidos el secretario general de la CGT, Saúl Ubaldini, el Premio Nobel José Pérez Esquivel y un grupo de Madres de Plaza de Mayo.
Pero Malvinas fue más fuerte y esa misma CGT estuvo en la plaza tres días después para vivar la gesta encabezada por el dictador Leopoldo Fortunato Galtieri, junto a las máximas representaciones de los dos partidos que encabezarían la Multipartidaria para el retorno democrático: el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical.
El fracaso del modelo económico de la dictadura y lo inocultable de los crímenes de la “guerra sucia” (hoy probado como Plan Estatal Sistemático de Exterminio), fue la razón históricamente probada –no el patriotismo ni alguna oportunidad militar o geopolítica de recuperar el archipiélago– por la cual la Junta Militar decidió la aventura malvinense.
Algunas precisiones por afuera del conteo oficial de víctimas. Numerosos centros de ex combatientes, listas en mano, aseguran que el número de suicidios es superior a 500, que Malvinas sería una guerra en la que la cantidad de soldados secuelados en su salud mental iguala o hasta podría superar a los caídos en combate.
Un estudio del Servicio de Estrés Postraumático del Hospital Alvear y del Equipo de Factores Humanos del SAME (fechado en 1990), revelaba que la tasa de medicación de los veteranos secuelados por Malvinas era del 80%, la más alta de las relevadas hasta ese momento para eventos similares. La tasa de empleo formal de los ex combatientes era de menos del 30% y la de desempleo del 60%.
Esas fueron las consecuencias del Plan de Desmalvinización de la dictadura, sostenido con la colaboración de una buena parte de la clase política y de los medios de prensa que agitaron el espíritu combatiente durante dos meses y medio. Para los militares, Malvinas fue una pieza más del terrorismo de Estado y la negación de la derrota –trasladar la culpa a los miles de soldados y conscriptos que fueron torturados y maltratados por sus superiores jerárquicos– esencial para disimular lo primero, para intentar salvar el prestigio de un Estado Mayor conjunto que había llevado 23 mil soldados a una derrota inevitable y a millones de argentinos a una fantasía patriótica que duró 73 días.
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La CGT conducida por Saúl Ubaldini llenaba la Plaza de Mayo, que Galtieri llenaría tres días después con la CGT incluida, para cambiar el “se va a acabar la dictadura militar” por el “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”.
Para la dictadura burguesa terrorista –otro modo de implicar la responsabilidad civil de la que nos ocuparemos en la última parte de la nota–, Malvinas quiso ser la “guerra limpia” para enjuagar la “guerra sucia”, comandada por los mismos que planificaron y ejecutaron el secuestro, desaparición y muerte de decenas de miles de argentinos y argentinas.
Sin manchar la bravura y el patriotismo de los muchos que dejaron vida y salud en las islas, o la fe de los millones de argentinos engañados por el aparato de propaganda militar, resulta evidente que Malvinas fue otra guerra sucia, en donde la conducción militar demostró aptitud para una sola cosa: para atormentar a sus compatriotas, para desprotegerlos y luego culparlos por los resultados.
Militares y civiles por la impunidad: la actualidad de Malvinas
Varias veces sostuvimos que la “insuficiencia democrática” (esto de darse cuenta de que no alcanza con la democracia para curarse, educarse y comer) tuvo que ver con el pacto de impunidad que se celebró con la complicidad civil de la dictadura.
Una de las consecuencias de esta operación compleja, es la cantidad de militares y civiles que –lejos de ser juzgados– se reciclaron durante los últimos 49 años, ya en democracia.
Por el lado de las Fuerzas Armadas, podemos contar al Subteniente Marcelo Llambías Pravaz, hoy abogado e impulsor de la libertad de condenados por delitos de lesa humanidad, citado por La Libertad Avanza en numerosos actos oficiales y que desfiló el 9 de julio de 2024 por invitación del ministro Luis Petri. Llambías fue acusado en los juicios contra las Juntas por haber torturado y vejado a soldados argentinos, lo que, sumado a un asesinato comprobado, le costó su condecoración por haber combatido en las islas.
Otro caso es el Coronel Retirado Augusto Vilgré de Lamadrid, también veterano de guerra, hoy director del Museo de Malvinas y e Islas del Atlántico Sur. Vilgré formó parte del operativo que en 1989 reprimió el copamiento de La Tablada, donde se desapareció en democracia a cuatro personas y se remató sin juicio previo a cualquier potencial prisionero, algo de lo que el ex coronel se suele jactar públicamente.
También hay que mencionar a Tomás Arrieta, Cabo Primero del Ejército en el Regimiento de Infantería 12, denunciado por retacearle alimentos y abrigo a los soldados a su cargo y padre de la actual diputada nacional de la Libertad Avanza, Lourdes Arrieta.
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Horacio Losito, veterano de Malvinas, condenado por asesinatos políticos durante la dictadura, carapintada contra Raúl Alfonsín, indultado por Carlos Menem y actualmente en libertad condicional.
Un caso resonante es el del ex integrante del Regimiento de Infantería de Monte 30 (Misiones), Horacio Losito, ex carapintada, que combatió con el padre de la vicepresidenta Victoria Villarruel y que fue dado de baja del Ejército por haber sido sentenciado con tres condenas por crímenes durante la dictadura y por la masacre de presos políticos en Margarita Belén (Chaco).
Hoy Losito, que obtuvo su libertad condicional con el advenimiento de La Libertad Avanza, es homenajeado con la anuencia del Ministerio de Defensa como “Héroe de Malvinas”, es abogado e impulsa la prisión domiciliaria de los condenados por delitos de lesa humanidad.
Por lado de la responsabilidad mediática y civil, es clara la reivindicación del ex movilero de ATC (hoy TV Pública), más precisamente del noticiero 60 Minutos (del que también surgió otra periodista del proceso, Silvia Fernández Barrio), único corresponsal de guerra en las islas y la Junta encabezada por Galtieri, Nicolás Kasanzew. El periodista que sostuvo el slogan “Vamos Ganando” hasta el mismo día de la entrega, es el actual Director de Gesta de Malvinas del Senado de la Nación, designado por la vicepresidenta Victoria Villarruel.
Por fuera del legítimo reclamo de soberanía, que supone la devolución de las islas por parte del Reino Unido, Malvinas sigue siendo una historia en disputa, que aún requiere memoria y justicia y con consecuencias traumáticas de difícil asimilación colectiva; es decir una herida abierta en la conciencia nacional.