La detención de Lisandro Contreras que estaba escondido en el country San Sebastián, en Pilar, provincia de Buenos Aires, exhibió cómo se mueven estos nuevos personajes, que difieren de los perfiles de sus antecesores en la geografía criminal, como Los Monos, nacidos y criados en la periferia marginal de la que nunca quisieron salir, porque ese contexto generaba lealtades sólidas y de alguna manera también les daba protección.
A “Licha” lo buscaban desde hacía tiempo. Era llamativa la manera en la que se escabullía. Hace tres semanas, efectivos de la Tropa de Operaciones Especiales llegaron hasta una casa en Granadero Baigorria, donde supuestamente se escondía, y encontraron el lugar vacío. La comida estaba caliente y el aire acondicionado encendido, lo que hacía sospechar que alguien le había pasado la información minutos antes de que lo iban a ir a buscar.
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Lisandro Contreras es un hombre de 33 años que desde hace tiempo está vinculado al negocio criminal. Hasta ahora era llamativamente una especie de fantasma. Eso demuestra cierta habilidad para evitar aparecer enredado en investigaciones judiciales.
Su nombre tomó relevancia después del crimen de Andrés Bracamonte, el 9 de noviembre pasado, cuando fue ejecutado de cinco balazos, junto con su lugarteniente en la barra Ricardo Attardo.
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Andrés Pillín Bracamonte fue ejecutado de cinco balazos el 9 de noviembre pasado.
Hasta ese momento, Contreras era un desconocido, incluido para los fiscales e investigadores policiales. El que sí aparecía como frontman de este grupo era Matías Gazzani, prófugo desde marzo pasado, que sería cercano a “Licha”.
No está claro aún quién sería el líder de este sector criminal, que se lo asocia también a una banda oriunda del barrio 7 de Setiembre, en el noroeste de Rosario. Allegados a Contreras señalaron que esa organización conocida como Los Menores no ninguna relación estable con estos dos narcos. Indicaron que se los contrata para determinados “trabajos” en el universo mafioso de Rosario.
En esta trama también aparece otro protagonista, que está ligado a la estructura policial. Porque, de acuerdo a la investigación, Contreras tenía como chofer y un hombre de su confianza al suboficial Jonatan Garraza.
Gazzani y Conteras aparecen en el radar de la justicia, en parte, gracias al propio Bracamonte, quien cuando este periodista le preguntó quién o quiénes querían matarlo el exjefe de la barra de Rosario Central aseguró sin dudar que se trataba de “Gazzani y Los Menores”.
Ellos, de acuerdo a la mirada de Pillín, habían atentado contra él en agosto pasado en el parque Alem, a dos cuadras del estadio Gigante de Arroyito, después del clásico entre Rosario Central y Newell’s. Ese día a Bracamonte le dispararon 12 tiros. Tres lo hirieron en el hombro. Salvó su vida porque estaba en ese momento con un chaleco antibalas.
El 1 de octubre ocurrió el asesinato de Emanuel Samuel, alias Gordo Samu, yerno del líder de Los Monos Máximo Guille Cantero. Lo ejecutaron en la zona norte, en una colectora de la autopista Rosario-Santa Fe, después del partido que Rosario Central jugó contra Vélez.
Asesinato Samuel Medina Rosario Guille Cantero Los Monos
El 1 de octubre ocurrió el asesinato de Emanuel Samuel, alias Gordo Samu, yerno del líder de Los Monos Máximo Guille Cantero.
El entorno de Contreras argumentó que ese sector de Los Monos pretendía correr a Bracamonte de la conducción de la barra, que posee una constelación de otros negocios. Y que ese crimen lo planeó Bracamonte. El 23 de octubre, en una segunda charla con el entonces jefe de la barra, dijo que un sector de Los Monos le había pedido permiso para hacer un homenaje al fallecido Gordo Samu en la cancha. Pillín tenía los nudillos lastimados de la mano derecha. Contó que había golpeado a jóvenes ligados a Los Monos porque se habían extralimitado al arrojar bombas en el partido, que estuvo suspendido por unos minutos. “Tuve que aplicar unos correctivos”, apuntó en ese momento.
Otras fuentes advirtieron que en realidad este sector de Los Monos intentó copar la tribuna y desplazar a la gente de Bracamonte. Él tenía prohibida la entrada a la cancha. El doble crimen de Pillín y Attardo, según explicaron allegados a Contreras, se produjo en el marco de esa tensión con los Cantero.
En el terreno judicial nada aún está claro. Este crimen sirve para ver la reconfiguración del crimen organizado en Rosario. Leopoldo Martínez, quien quedó al frente de la barra tras la muerte de Bracamonte, fue detenido el jueves pasado en su casa de Villa Manuelita, en la zona sur de Rosario.
“Pitito” como lo apodan a este hombre que trabaja en el puerto de Rosario está sospechado de hacer desaparecer los teléfonos de Attardo y Bracamonte después que los mataran. Su casa fu baleada el 30 de noviembre pasado con munición 5.56 mm. Se presume que se usó un fusil AR-15 de origen norteamericano.
Pitito había sido detenido en julio pasado, junto con Carlos Suárez. Quedó libre a las pocas horas, pero su “amigo” no. Suárez fue imputado por un cargamento de 464 kilos de cocaína que fue secuestrado el 1 de julio en la ruta 11, cerca de San Justo. Según se desprende de la investigación de PROCUNAR que esa droga era de Fabián Pelozo, un narco rosarino que está preso en el penal de Ezeiza, y es quien, de acuerdo a la mirada de los fiscales, asomaba para transformarse en el líder del primer cartel internacional con sello local. El socio de Pelozo es Jorge Adalid Granier, un boliviano que también está preso en Ezeiza, y que es quien maneja la logística de los vuelos “blancos” desde Bolivia a Paraguay y a Argentina.
Pelozo apareció en los radares en 2020, cuando en Salta se lo investigó por manejar 400 kilos de cocaína, en la que la principal protagonista de la historia era Adelaida Castillo, una expeluquera de Salvador Mazza devenida en narco. Estaba ligada al poderoso clan Loza. Pelozo en ese momento cumplía un rol secundario.
No era el dueño de la droga, sino que hacía gestiones de logística y ponía el lugar para acopiar la cocaína en Ibarlucea, a 15 kilómetros de Rosario. Se presume que en esas maniobras conoció a quien es hoy su compañero de pabellón, y algunas sospechas su socio, el narco boliviano Granier, conectado con el grupo brasileño Primer Comando Capital, y quien –según la DEA, como señala el expediente- proveía de cocaína al jefe narco rosarino Esteban Alvarado.