“Siempre Mono, nunca sapo”, canta Diego Gabriel Cantero, que se mueve y arquea su cuerpo con agilidad y mueve sus brazos sin parar, con sus manos que simulan pistolas. La frase se repite en forma de loop. Ese mensaje apareció en una bandera en la cancha de Rosario Central, después del crimen de Samuel Medina, yerno de Máximo “Guille” Cantero, el 1 de octubre. Como si fuera un rompecabezas criminal, un mes después devino el asesinato de Andrés Bracamonte. El mensaje tenía destinatarios.
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La cultura, el narcotráfico y Los Monos
Las doce canciones que Cantee registró hasta fines de 2024 están en el canal de Youtube que se llama “Diego Cantee”, que posee 465 suscriptores a principios de 2025. La escenografía de los videos se encuadra en los suburbios de la zona sur de Rosario, que transmiten esa estética ajustada a la música.
Las torres de los Fonavi de parque del Mercado aportan esa imagen “épica”, de conurbano empobrecido habitado por gente brava. Allí se libraron batallas narco que dejaron un tendal de muertos, y lograron moldear una nueva cultura enraizada en la cumbia, el rap y el trap, donde la libertad de hablar de cuestiones criminales está legitimada por los éxitos internacionales.
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“Wapo traketero, siempre quiere verme/Y dice que es un santo, pero es un delincuente”, canta Nicki Nicole, una rosarina que en 2019 lanzó esta canción con apenas 18 años y tres años más tarde ganó siete Latin Grammy. Aún no había terminado la secundaria en la escuela Gurruchaga, donde algunos alumnos recuerdan a una flaquita que mangueaba plata para comprar cigarrillos, cuando ese tema estalló en las redes.
El éxito se viraliza y genera nuevas utopías, que hacen alcanzable y factible la fama. Nicki Nicole no tiene nada que ver con ese pibe que describe, aunque plantea algo que emerge bajo la sombra de esa generación: la fascinación por el pibe malo, que se viste con ropa cara y cuenta historias de narcos a los que muchos se quieren parecer. No son los de Rosario, sino los de Netflix.
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En las terrazas de las torres, Cantee grabó varios videos, donde se ve el atardecer en esa trama urbana que estuvo copada por distintas bandas durante más de una década. Para el otro lado, está el puerto y el río Paraná, la hidrovía Paraná-Paraguay, que se transformó en una autopista para que la droga salga hacia Europa.
Muy cerca de allí, en la plaza Rodolfo Walsh, René Ungaro, el Brujo, ordenó a sus soldados salir a matar inocentes, porque quería expresar su fastidio de que hubieran trasladado a la cárcel federal de Rawson. El 23 de julio de 2021 fueron asesinadas la bailarina de danzas árabes Virginia Soledad Ferreyra y su madre, Claudia Mercedes Deldebbio, que esperaban el ómnibus. El sicario gritó antes: “Y ustedes qué miran”, y las acribilló. Hay pocos que cantan a las víctimas.
Cantee no dice cosas muy distintas a los raperos que en la década del 80 empezaron a cantar en Atlanta, Estados Unidos, la meca del género, que comenzó a hacerse popular entre la comunidad de negros cuando King Edward J. abrió Landrum's Records & More y publicó una serie de mixtapes personalizados llamados "J-Tapes".
En Grandoli pasó algo parecido con este fenómeno adaptado a las necesidades de la cultura narco rosarina. El combustible artístico pasa por cantar lo que se vive en carne propia. Los mensajes son crudos, en carne viva, que moldea a estos trovadores genuinos del siglo XXI. Diego Cantee lo hace bien. Parece un músico profesional por la forma de moverse y de cantar. Y lo que frasea es creíble porque supura de las calles donde se graban los videos.
El rap de Rosario
En su repertorio hay distintos enfoques. El tema que más visualizaciones tuvo en la red social es “Blam Blam” que superó las 10.000 vistas. En el video, grabado en una calle durante la noche, donde hay varios jóvenes en moto, Cantee habla de culos y aparecen chicas con tangas que mueven sus caderas. No hay nada original en la puesta en escena, aunque el video está bien hecho, con una edición lograda para ese rubro. También con otras canciones exhibe mensajes más profundos, incluso, dirigidos a los rivales de Los Monos, en una jerga que está alejada del lunfardo argentino y más cercana a los términos que impusieron las telenovelas narcos, como El Patrón del Mal, que cuenta la historia de Pablo Escobar. “Sapo” lo acerca sale esa ficción, y reemplaza al “buchón” o “botón”.
Diego Gabriel Cantero es uno de los hermanos de Guille, el líder de Los Monos, pero en el Registro Civil su padre no es Ariel Cantero, conocido como El Viejo, que tiene una cantidad de hijos que él mismo perdió la cuenta. Algunos allegados al grupo criminal calculan en más de 20.
Cantee no fue anotado por su padre, porque cuando nació estaba preso en el penal de Piñero. Lo anotó un hermano que estaba en libertad, señalan los investigadores judiciales que también se pierden en el árbol genealógico. El Viejo regresó a la cárcel en abril de 2022, luego de que lo detuvieran en su casa en Vía Honda.
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Las nuevas peleas no sólo son con balas 9 mm, sino también en las redes, en Instagram, en Tik Tok y Yotube. El que marca ese nuevo escenario es alguien que se identifica con los Cantero por sus orígenes marginales, como es L-Gante, uno de los primeros músicos que en la Argentina comenzó a cantar como se vive, al revés de lo que entonaba en los 80 Juan Carlos Baglieto en Actuar para vivir. “Usted que está allí/nosotros arriba/ la calle de escenario/digamos mejor/que es necesario/actuar para vivir”, cantaba la trova rosarina. La nueva trova hablaba de otra pertenencia: “Nunca sapo, siempre Mono”. Una de las primeras veces que visitó Rosario L-Gante lo fue a visitar El Viejo en su comedor en una guardería náutica en El Mangrullo. Fue un año antes de que volviera a la cárcel. El músico le mandó luego un mensaje a través de otro miembro de Los Monos para demostrarle su afecto y que lo recordaba. Esa relación con el músico irradió con el tiempo que miembros de la propia familia se volcaran al trap y al rap.
Cantee estaba dentro de Youtube, pero fuera del radar de la justicia a fines de 2024. En su canción menciona a los sapos por una razón: aquellos que delatan. Algo de razón tiene, porque nada explica que en esa época su nombre aparezca sobre la mesa de un funcionario del Ministerio de Seguridad de la Nación. “Ese chico visita a Guille”, es la información que le llega al funcionario, que rechaza en un principio esa versión, porque en ese momento el líder de Los Monos está aislado en el penal federal de Marcos Paz, con fuertes restricciones y controles, entre ellos, las visitas.
Para chequear la información que le llega, el funcionario pide el listado de visitas que recibió Guille durante todo el año. Se lleva una sorpresa, el rapero lo visitó 17 veces, algo que debía estar prohibido. En la planilla de Excell Cantee figura como “hermano” de Guille. Esa revelación genera una purga en el SPF, sin que tome trascendencia pública. “¿Cuánto habrán pagado? Qué hijos de puta. Son más astutos de lo que parece”, admite uno de los funcionarios.
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Unos días antes de que la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) detuviera a Cantee, cae una hermana de Guille, Mariana, a quien le secuestran 140 millones de pesos. Macarena, la otra hermana, logra fugarse porque le avisan desde la policía.
Diego Cantee era uno de los mensajeros que usaba el líder de la banda para comunicarse con el mundo exterior, con sus contactos, y rearmar sus negocios. Cuando su nombre trasciende los investigadores empiezan a ver sus videos, a interesarse por las letras de sus canciones. En el pabellón de Los Monos en Piñero le piden que cante. Y le da el gusto a sus fans.