Por Ariel Robledo
Es verdad que los pescadores siempre soñamos con sacar el pez gigante de nuestra vida, viajar a una excursión de pesca o navegar en embarcaciones un poco más lejos de lo habitual con el objetivo de conseguir piques. Pero también es una realidad que, por cuestiones de tiempo, costos, compromisos familiares y un largo etcétera, no todos pueden tomarse un par de días para pescar. Entonces surgen las consultas sobre dónde ir a despuntar el vicio, que no nos salga mucha plata y que podamos realizar en unas horas libres.
Quienes vivimos rodeados de ríos o lagunas, tenemos la solución bastante más cerca que lo que imaginamos, pero quizás haya otras localidades que no tienen ríos o lagunas, aunque cerca pase algún arroyo, o haya un espejo de agua que, por diversos motivos, nunca fue visitado, analizado, y donde, con un poco de ingenio, podemos llegar a descubrir algunas especies que, si bien no van a ser los peces de nuestros sueños, al menos calmarán la necesidad de estar un día o medio día con la caña y el sedal en la mano.
Desde hace un par de años, me dediqué a indagar lugares que están cerca de mi ciudad de Santa Fe, no solo por cuestiones económicas, sino especialmente por falta de tiempo y, más aún, porque se han sumado mis hijos a esta pasión por la pesca. Como sus compromisos escolares o deportivos no les dejan demasiados días libres, tratamos de aprovechar un par de horas a la siesta para ir en busca de algunas especies cazadoras, como tarariras, sanpedros, dientudos paraguayos, chanchitas y doradillos. Todos estos peces de porte pequeño o mediano hacen efectivo el uso de señuelos y conllevan una pesca limpia y entretenida, ya que se nos pasan las horas realizando los lances, cambiando señuelos y buscando los lugares en donde seguramente tendremos piques. Todas estas acciones no requieren de mucha inversión: solo es cuestión de ver el pronóstico del tiempo, escoger un día en el que no haya actividades o compromisos, y armar una minisalida de pesca a un paso de casa.
El pronóstico del tiempo nos garantizaba una tarde de mucho sol, cerca de 24 grados y la posibilidad de tentar algunas especies con señuelos en los bañados cercanos a la capital santafesina. La promesa de pesca con mis hijos se había demorado unos días, debido a las malas condiciones climáticas, y las ganas de los pequeños se traducían en preguntas constantes de cuándo y adónde íbamos a pescar. A la ansiedad de los pequeños se les sumaron las de algunos amigos, cuyos compromisos laborales no les permitían disponer de una jornada completa. Entonces, la solución: vamos a pescar a la siesta por acá cerca y probemos a ver si tenemos piques y suerte con las tarariras o los sanpedros. Así organizamos encontrarnos cerca de las 13.00 en mi casa para partir en busca de emociones, una vez que todos concluyeran con su media jornada de trabajo y mis hijos salieran de la escuela.
Más puntuales que nunca ya estábamos rumbo a la cercana aventura en dos vehículos, con los equipos de pesca, los señuelos, unas ganas tremendas y, por supuesto, una conservadora para aplacar la sed que siempre debe ser parte de nuestras salidas.
Luego de diez minutos de conducción ya estábamos descargando los reeles, las cañas, los bolsos de pesca. Cerca de la ciudad de Santa Fe se encuentran las localidades de La Guardia, Colastiné y San José del Rincón. Todas estas comunidades están protegidas por un muro de contención, que se construyó después de la crecida de 1983 para proteger estas poblaciones. Para la construcción de esta muralla, se instalaron dragas que chupaban arena de la costa. Justamente este trabajo dejó grandes piletones unidos a la laguna Setúbal por distintos cursos por donde ingresaba la draga. Estos ambientes artificiales, con el tiempo, pasaron a ser parte del paisaje y de la geografía de bañados de la laguna Setúbal. Con el paso de los años ingresaron peces que ya son parte de la fauna íctica estable del lugar.
En estos ambientes los fines de semana la gente se reúne para andar en kayak, tomar sol, recorrer en bicicleta, en fin, realizar distintas acciones que les permitan alejarse del trajín urbano, aun estando cerca de la ciudad.
Como la elección de nuestra media jornada coincidió con un día de semana, obviamente la afluencia de público era muy escasa, por lo que teníamos todas las condiciones para pescar tranquilos, al menos, para realizar los ensayos sin mayores molestias (si pescábamos ya iba a ser cuestión de la naturaleza y de nuestro acierto como pescadores).
Iniciamos la caminata a la vera de un estrecho arroyo. Paso a paso fuimos lanzando y recuperando señuelos, bien pegados a la costa. La variedad de artificiales iba desde ranitas de goma, pasando por Spinfish, cucharitas giratorias, señuelos con babero, hasta algunos látex con cabecitas de plomo que los trabajamos como si fuera un jig, es decir, con movimientos ascendentes y descendentes, realizados con la punta de la caña.
Tras algunos intentos sin respuestas seguimos caminado por la costa, hasta que una de las ranitas tuvo un borbollón cercano que nos advirtió que las taruchas estaban. Valentín lanzó su Spinfish negro con pintas verdes y logró la primera de la tarde. Los piques no se daban de manera continua, por lo que teníamos que trabajar los señuelos con paciencia, a diferentes velocidades, a distintas profundidades y con diversas características. El tema era dar en la tecla y lograr una sucesión mayor de ataques.
A medida que el sol fue calentando el ambiente, y cerca de las 15.00, comenzaron las tarariras a atacar con mayor asiduidad los señuelos. La verdad que parecía un test de artificiales, ya que todos lograron ataques e, incluso, Valentín, que perdió su Spinfish negro, armó un spinner bait con una lombriz de látex verde y con ese señuelo tuvo su tarucha, generando la alegría de quien por pura intuición armó su engaño con los artículos que tenía en la caja de pesca. Esta es una invitación para quienes deseen “tunear” sus artificiales, adosándoles látex, plumas de colores y otros accesorios que nos permiten “armar originalmente” un artificial. Al igual que quien arma sus moscas, hay muchas personas que comienzan a “diseñar” sus señuelos, y los resultados no tardan en llegar. Si bien esto fue un armado “a las apuradas” hecho por Valentín, logró su objetivo y seguramente lo animará a seguir “inventando” engaños.
Pasaban los minutos y los tamaños más grandes empezaron a dar batalla, con ciertos portes que realmente nos sorprendieron. Algunas tomaban los señuelos de superficie y otras se abalanzaron contra los de media agua. Quienes me acompañaban en este desafío fueron: Nico Leones, César, Guille Aránega y mi hijo Valentín. Todos logramos buenas capturas y cerca de las 18.00 emprendimos el regreso a casa, con la felicidad de haber pescado mucho y bien cerquita de nuestros hogares. Indudablemente ya pusimos fecha para una nueva incursión, de bajo presupuesto y escasas horas, de esas que casi sin pensarlo nos permiten disfrutar a pleno de nuestra pasión por la pesca.
Ya sabe, si tienen algún charquito cerca, no deje de visitarlo y de lanzar sus señuelos, quizás la diversión está más cerca de lo que nos imaginamos.
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