El 20 de diciembre de 1943, un Boeing B-17 Flying Fortress aliado que había cumplido con éxito una misión de bombardeo, fue atacado por cazas alemanes durante su escape y sufrió muy severos daños.
Todo indicaba que sería extremadamente difícil que pudiera regresar a su base –incluso, los atacantes, al verlo en tan malas condiciones, dejaron de perseguirlo al considerarlo derribado– pero, de todos modos, su joven piloto, de apenas 21 años, trataba por todos los medios de que el pesado cuatrimotor continuara en vuelo, incluso con un muerto y varios heridos entre su tripulación.
En ese marco, un Messerschmitt Bf 109 –uno de los sistemas de armas que constituyeron la espina dorsal de la Luftwaffe en la II GM– le dio alcance al bombardero aliado y se puso a su cola, el paso previo para abrir fuego y derribarlo definitivamente.
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Con su Messerschmitt Bf 109, un formidable y letal avión de combate, Franz Stigler participó en 1942 en la campaña de África del Norte brindando apoyo aéreo al Afrika Korps en Libia.
Pero, aunque lo tuvo en su mira, el piloto del caza –de 28 años, y uno de los ases de la aviación alemana–, no accionó sus ametralladoras ni sus cañones.
En un segundo, asoció la imagen del muy maltrecho bombardero con los indefensos paracaidistas a los cuales, uno de sus superiores, le había prohibido expresamente dispararles.
El B-17 estaba completamente a merced de su avión. Incluso, pudo ver en su interior a varios miembros de la tripulación completamente ensangrentados y, al artillero de cola, sin vida junto a su ametralladora.
Entonces, fue más allá de la decisión de no dispararle –al considerar que no sería una pelea justa, ya que atacaría a un enemigo desarmado y en clara inferioridad de condiciones–, se puso a su lado y, mediante señas, le indicó a su piloto que volara hacia Suecia, donde podrían aterrizar, ya que este país era neutral y, los heridos, podrían recibir atención médica.
Pero ante la negativa a desviar su curso por parte del comandante del bombardero –quien, más de cuatro décadas después, admitió que no entendió cuál era el mensaje a través de los parabrisas, y, en esas críticas condiciones, solo un milagro lo haría regresar a su base–, el piloto del Messerschmitt Bf 109 decidió continuar volando lo más cerca posible de la aeronave aliada.
¿Por qué? Porque su avión, tan próximo al bombardero, aseguró que ninguna batería antiaérea alemana disparara contra los estadounidenses.
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Por lo encarnizadas que eran las batallas aéreas sobre Alemania, los B-17 del 379º Grupo de Bombardeo de la 8ª Fuerza Aérea de Estados Unidos, cuya base estaba en Kimbolton, Cambridgeshire, Inglaterra, regresaban casi siempre con muchos daños en sus estructuras.
De esta forma, Franz Stigler “escoltó” a Charles Brown y a su tripulación hasta el Mar del Norte: el B-17 continuó hacia Inglaterra, donde logró aterrizar, mientras que él regresó a la suya en territorio alemán.
Los dos ocultaron este hecho ante sus superiores y, en 1985, el ya teniente coronel Brown inició la búsqueda de quien le había perdonado la vida a él y a su tripulación.
Se reencontraron en 1990 y, recién 47 años después, supo porqué no había sido derribado y le agradeció el inmenso gesto de caballerosidad que había tenido Franz Stigler, con quien cultivó una muy profunda amistad hasta que ambos murieron en 2008.
Los protagonistas
Charles (Charlie) Lester Brown nació el 22 de octubre de 1922 en Weston, Virginia. De origen muy humilde, creció en una granja ordeñando vacas y, el 19 de octubre de 1939, se incorporó al Ejército de los Estados Unidos, donde sirvió en el Signal Corps y en la 7ª División de Infantería.
Charlie ingresó al Programa de Cadetes de Aviación de la Fuerza Aérea del Ejército el 16 de julio de 1942 y, tras completar su instrucción, con solo 21 años fue ascendido a segundo teniente y designado comandante de un Boeing B-17 Flying Fortress (Fortaleza Volante), un bombardero cuatrimotor de casi 21 metros de largo, con un peso máximo de despegue de unas 20,725 toneladas, que cargaba ocho bombas de 600 libras (272 kilos) cada una, tenía cinco torretas en distintas partes de su fuselaje, armadas con ametralladoras calibre .30 (que eran las Browning AN/M2 de 7,62 mm) cada una.
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El B-17 presentaba incontables impactos de bala y cañones, un motor apagado, los otros con poca potencia y humeando y, al situarse a la par, Stigler vio a Brown en el cockpit y que, con mucho esfuerzo, trataba de mantener a su bombardero en vuelo.
A fines de septiembre de 1943, Brown fue enviado con su tripulación a combatir en Europa. Integró el 379º Grupo de Bombardeo de la 8ª Fuerza Aérea de Estados Unidos, cuya base estaba en Kimbolton, Cambridgeshire, Inglaterra y, el 22 de octubre, cumplió 21 años.
Menos de dos meses después, sería uno de los protagonistas de una historia absolutamente increíble.
Por su parte, Ludwig Franz Stigler nació el 21 de agosto de 1915 en Regensburg,Baviera. Hijo de un piloto de la Primera Guerra Mundial, comenzó a volar en planeadores con solo 12 años y, después, ingresó a la Escuela de Pilotos de Aerolíneas, donde aprendió a volar sin costo alguno, ya que el gobernante Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (o Nazi), pagaba el entrenamiento porque necesitaba pilotos.
Stigler se incorporó más tarde a Lufthansa y, en los cuatro años que trabajó como piloto comercial en la misma, acumuló unas 2000 horas de vuelo sobre los cielos de Europa y llegó a ser instructor.
En 1938 ingresó a la Luftwaffe y fue asignado a la Jagdgeschwader 27 (JG 27) Afrika (27ª Ala de Caza), que participó en la campaña de África del Norte brindando apoyo aéreo al Afrika Korps y, luego, fue una de las que se sumaron a la Defensa del Reich, protegiendo objetivos militares y civiles –tanto de países europeos ocupados, como en el propio territorio alemán–, de los bombardeos estratégicos aliados.
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Esta era la tripulación del B-17 Ye Olde Pub. Abajo, de izquierda a derecha, Charlie Brown (piloto, en el círculo), Spencer Luke (copiloto), Al Sadok, y Robert Andrews; de pie, de izquierda a derecha, Frenchy Coulombe, Alex Yelesanko (fallecería tiempo después por sus heridas), Richard Pechout, Lloyd Jennings, Hugh Eckenrode (el artillero de cola que murió en el vuelo), y Sam Blackford.
Siempre al mando del versátil Messerschmitt Bf 109, un formidable y letal avión de combate –el más extensamente producido en la II GM– al que la Luftwaffe empleó, sobre todo, como caza interceptor y escolta de bombarderos, Stigler combatió en 1942 en Libia; entre junio y agosto de 1943 en Sicilia y, tras la caída de esta en manos de los aliados, fue reasignado a Alemania.
En la peor de las situaciones
Durante ese año, en los cielos de la Europa ocupada se libraron encarnizadas batallas entre los bombarderos aliados de la Royal Air Force (RAF) británicay de los Estados Unidos, contra los interceptores de la Luftwaffe.
En el marco de la Operación Pointblank, los Avro 683Lancaster ylos Handley Page Halifax de la RAF atacaban ciudades y fábricas durante la noche, y, de día, grandes flotas de los Boeing B-17 Flying Fortress y los Consolidated B-24 Liberatoringresaban al espacio aéreo continental rumbo a las grandes factorías alemanas de fabricación de armamento, donde habitualmente eran interceptados por grandes grupos de cazas de la Luftwaffe, con numerosas pérdidas para ambos bandos.
Eran poco después de las 11 (local) del lunes 20 de diciembre de 1943 y, Brown, cumpliría su primera misión de bombardeo con su B-17, llamado Ye Olde Pub (El Viejo Pub).
El objetivo era la planta de aviones Focke-Wulf Fw 190 cerca de Bremen y, junto con el avión de Charlie, volaban unos 475 bombarderos más.
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Stigler ubicó a su Messerschmitt Bf 109 lo más cerca posible del B-17. De este modo, ninguna batería antiaérea alemana le dispararía al bombardero. Acompañó a Brown y a su tripulación hasta el Mar del Norte, donde se separaron tras el saludo con las alas que le hizo el alemán al norteamericano.
A las 11.30 y, cuando estaban a 30 millas (56 kilómetros) del objetivo, recibieron un nutrido fuego antiaéreo que, inicialmente, hizo un gran agujero en la nariz, por donde ingresaba un viento helado; la temperatura era de unos 56º bajo cero, ya que volaban a 27.000 pies (unos 8200 metros).
Luego, la presión de aceite cayó en el motor número 2 (el interno izquierdo) y, como además humeaba, decidieron apagarlo. Ahora volaban con tres motores y estaban a un minuto de la zona de lanzamiento: siguieron adelante, lanzaron las bombas sobre sus blancos e, inmediatamente, emprendieron el regreso mientras recibían más fuego antiaéreo.
El motor número 4 (externo derecho) también comenzó a fallar y perder potencia y, con dos impulsores menos, serían una presa fácil para los pilotos de combate alemanes, ya que Brown y su tripulación estaban verdaderamente solos, y con un avión muy averiado, en lo profundo del espacio aéreo del III Reich.
Entonces, comenzó un duro combate aéreo entre el bombardero estadounidense y los cazas alemanes, con fuego cruzado entre las ametralladoras del B-17 y las de los Messerschmitt Bf 109.
Para colmo, el motor número 3 (interno derecho) solo entregaba la mitad su potencia por lo que, en medio de cazas alemanes, solo disponían de un motor que funcionaba normalmente.
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Se estima que Stigler logró entre 45 y 60 derribos –más que suficientes para recibir la Cruz de Caballero– pero, siempre, les dio el crédito a los 11 pilotos más jóvenes que tuvo bajo su mando en el Escuadrón 12 de la JG 27, y nunca se alzó con esta prestigiosa condecoración.
El sargento Hugh (Ecky) Eckenrode, el artillero de cola, informó que ahora los Bf 109 los estaban atacando por la retaguardia. Brown trató de eludir el fuego pero, más proyectiles enemigos, impactaron en el Ye Old Pub.
Peor aún: sin que la tripulación lo supiera en ese momento, la mitad del timón de dirección del avión (ubicado en la cola del mismo) también había sido seriamente averiado.
La situación continuaba agravándose y, por las temperaturas bajo cero, se había formado hielo en ocho de las 11 ametralladoras del B-17. Brown volaba en zigzag para evitar recibir nuevos impactos en su avión, pero fue en vano.
Tal es así que, un proyectil del cañón de un avión alemán explotó dentro del bombardero y, el sargento Alex (Russian) Yelesanko, el artillero derecho, resultó gravemente herido.
Nuevos disparos de los atacantes golpearon la sección de cola, que quedó abierta al cielo y causó la muerte de Eckenrode. Mientras Yelesanko estaba inconsciente, el equipo de radio quedó destruido con otro impacto.
El sargento Dick Pechout, el operador de la misma, recibió esquirlas en uno de sus ojos y, sus manos, estaban congeladas y sangraban.
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A finales de la guerra, Stigler voló con la nueva unidad Jagdverband 44 (JV 44), que contaba con el Messerschmitt Me 262, que fue el primer avión de combate a reacción del mundo en entrar en servicio.
Sin el sistema de calefacción ni de radio, Brown no podía comunicarse con nadie de la tripulación. Solamente se entendía a los gritos con su copiloto, el segundo teniente Spencer (Pinky) Luke y, muy poco después, otro proyectil destruyó los tanques de oxígeno detrás del asiento de Charlie, que resultó herido por una esquirla.
Entre la falta de oxígeno del piloto, que perdió el conocimiento, y más daños que sufrió la aeronave (ahora, en el estabilizador horizontal izquierdo), el bombardero comenzó a caer en tirabuzón.
Cuando el avión perdió altitud y, por ende, hubo aire para respirar, Brown recobró el conocimiento y pudo recuperar al B-17 apenas 1000 pies (304 metros) por encima de las casas de un pueblito alemán. Como los atacantes creyeron que el avión estadounidense se había estrellado, abandonaron la persecución.
La ruta más rápida para salir de Alemania era volar hacia el norte pero, al llegar a la costa, se encontrarían con los cañones antiaéreos enemigos. Igual, con su B-17 en muy malas condiciones, Brown emprendió el regreso.
Pero, sus graves problemas, aún no habían terminado.
Código de honor en el aire
Mientras tanto, en la base aérea alemana de Jever, el Oberleutnant (teniente) Ludwig Franz Stigler acababa de ser reabastecido con munición y combustible cuando, sobre el lugar, vio avanzar lentamente un B-17 que desprendía una estela de humo.
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Ambos se encontraron el jueves 21 de junio de 1990, en Seattle, casi 47 años después de protagonizar una increíble historia que, partir de ahí, despertó el interés de todo el mundo.
Con 22 derribosen su haber, era considerado como uno de los ases de la Luftwaffe y, con solo uno más, recibiría la prestigiosa Cruz de Caballero.
Con su Messerschmitt Bf 109, le dio alcance rápidamente al bombardero estadounidense y se ubicó detrás del mismo en posición de disparo.
Era imposible que fallara.
Pero, al acercarse más, Stigler vio al artillero de cola muerto, agujeros en el fuselaje y, a través de los mismos, los heridos bañados en sangre. El B-17 presentaba incontables impactos de bala y cañones, un motor apagado, los otros con poca potencia y humeando y, al situarse a la par, vio a Brown en el cockpit que, con mucho esfuerzo, trataba de mantener a su bombardero en vuelo.
Y, en ese momento, supo que no habría combate.
Stigler consideró que rematar al B-17 no sería un acto de guerra, sino una ejecución. Y hubo dos factores que lo impulsaron a no atacar al avión.
Uno de ellos era su profunda fe católica –inculcada por su madre, Anna, una fervorosa creyente, a tal punto que quería que su hijo fuera sacerdote– y, el otro, un férreo código de honor.
Y que no habría honor o gloria alguna en ese desigual enfrentamiento lo había aprendido de su jefe, el teniente Gustav Rödel quien, día de su primera misión, le dijo: "Tómese esto como una advertencia: aquí el honor lo es todo. Cada vez que esté arriba lo superarán en número", le dijo mirándolo fijo a los ojos.
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Charles Brown (izquierda) y Franz Stigler se volvieron tan amigos como si fueran hermanos, afecto que se trasladó a sus respectivas familias. A menudo, aparecían juntos en espectáculos aéreos y en reuniones de viejos pilotos, donde eran el centro de la atención.
Como Stigler no sabía muy bien qué le quería decir con eso, su superior fue más explícito: "Si alguna vez veo o escucho que usted le dispara a alguien que se ha lanzado en paracaídas, yo mismo le dispararé a usted. Las leyes de la guerra se siguen por uno mismo, no por el enemigo. Las leyes de la guerra se siguen para mantener la propia humanidad".
Por eso y, en medio del inenarrable infierno que fue la Segunda Guerra Mundial, Stigler respetó el código de honor aprendido.
Dispararle al B-17 era como hacerlo con un paracaidista indefenso y, consciente de que si sus superiores se enteraran de lo que iba a hacer sería ejecutado por traición, igual decidió ayudar a Brown y su tripulación.
Se puso a su lado: primero a su derecha y, luego, a su izquierda. Mediante permanentes señas, trató de indicarle a Charlie que desviara su curso hacia el noreste y volara hacia la neutral Suecia, donde podrían aterrizar y recibir atención médica.
Pero ante la negativa del estadounidense –que, inicialmente, sintió pánico al verse indefenso, pero luego se tranquilizó al ver que no eran atacados sino guiados–, Stigler ubicó a su Messerschmitt Bf 109 lo más cerca posible del B-17.
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Brown (izquierda) vivía en Miami y, junto con Stigler, le entregaron a Jeb Bush, gobernador de Florida entre 1999 y 2007, una reproducción de la increíble historia que protagonizaron en 1943.
De este modo, ninguna batería antiaérea alemana le dispararía al bombardero. Así, Stigler acompañó a Brown y a su tripulación hasta el Mar del Norte, donde se separaron tras el saludo con las alas que le hizo el alemán al norteamericano: el B-17 continuó en vuelo con rumbo hacia Inglaterra, mientras que el Bf 109 retornó a su base.
Tras su arribo, Stigler dijo que el B-17 se había estrellado en el mar.
Después de estar varias veces a punto de ser derribado, con un muerto y varios heridos entre su tripulación (incluso él mismo), y con su avión que, a pesar de todo, continuaba en el aire, Brown pensó –por primera vez– que su destino era no morir ese día.
Un secreto conservado por décadas
Al bombardero le faltaban todavía 250 millas (465 kilómetros) sobre el Mar del Norte para llegar a su destino. Como estaban perdiendo altitud nuevamente, la tripulación se desprendió de todo el peso extra que pudieron, incluidas las armas.
Brown, otro devoto creyente, tocaba contantemente la pequeña Biblia que tenía en su bolsillo y le pedía a su "Tercer Piloto" que no lo abandonara.
El B-17 alcanzó la costa inglesa a solo 250 pies de altitud (unos 75 metros) hasta que fue interceptado por dos Republic P-47 Thunderbolt estadounidenses y, finalmente, aterrizó en la base aérea de Seething, Norfolk, al sureste de Norwich.
Cuando Brown les contó a sus superiores lo que había sucedido, le dijeron que este incidente sería clasificado como “secreto de guerra”.
Era importante mantener en alto el espíritu de lucha de los hombres y, compartir historias de compasión de la Luftwaffe, no era la mejor manera de hacerlo. Por su parte, el Ye Olde Pub nunca volvió a volar y fue desguazado.
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Brown (izquierda) y Stigler, con el artista Ernie Boyett, en una muestra donde se exhibían pinturas (de arriba hacia abajo) del bombardero B-17, el Messerschmitt Bf 109 y el Messerschmitt Me 262.
Los sargentos Dick Pechout y Alex Yelesanko (a quien le amputaron su pierna izquierda y moriría tiempo más tarde), fueron enviados de regreso a Estados Unidos, mientras que el sargento Sam Blackford se recuperaría y se reincorporaría a la tripulación de Brown.
A partir de ahí, Charlie y sus hombres volarían en un B-17 llamado Carol Dawn. El 11 de abril de 1944, Brown y su tripulación completaron su 28ª y última misión en la guerra.
Terminado el conflicto, Brown asistió a la universidad en West Virginia, donde conoció a Dolores Elaine (Jackie) Taylor, con quien se casó en 1948 y tuvieron dos hijas.
Charlie se retiró en 1965 como teniente coronel de la Fuerza Aérea y pasó a trabajar con el Departamento de Estado durante la Guerra de Vietnam y, durante seis años, supervisó la entrega de alimentos y ayuda a los aliados regionales de Estados Unidos.
Brown se jubiló en 1972 y se mudó a Miami, Florida y, como siempre, los recuerdos de lo que vivió el 20 de diciembre de 1943 estaban en su mente. Hasta soñaba con su avión cayendo en tirabuzón y, por eso, pensó en cómo ponerle fin a esto.
Por su parte, Franz Stigler siempre se preguntó cuál había sido la suerte del bombardero que escoltó hasta el Mar del Norte el 20 de diciembre de 1943.
Se estima que logró entre 45 y 60 derribos –más que suficientes para recibir la Cruz de Caballero– pero, siempre, les dio el crédito a los 11 pilotos más jóvenes que tuvo bajo su mando en el Escuadrón 12 de la JG 27, y nunca se alzó con esta prestigiosa condecoración.
El 26 de octubre de 1944 fue herido de bala en una misión y, como consecuencia de ello, una gran cicatriz en su cabeza lo acompañaría por el resto de su vida.
A finales de la guerra –en la que perdió a su padre y a su hermano, Gustel–, voló con la nueva unidad Jagdverband 44 (JV 44), que contaba con el Messerschmitt Me 262 (conocido como Schwalbe –golondrina, en alemán, en la versión de caza–, y Sturmvogel –petrel, en la configuración de ataque–), y que fue el primer avión de combate a reacción del mundo en entrar en servicio.
El 4 de mayo de 1945 –y con el grado de mayor–, fue tomado prisionero por los Aliados cerca de Berchtesgaden, Bavaria y, en su Libro de Vuelo, figuraban 487 misiones de combate.
Al igual que Brown, también se casó en 1948 con Eva. En 1953 se radicó en Vancouver, Columbia Británica, Canadá, y trabajó en la industria maderera. Se divorció en 1954 y, en 1956, se casó con Helga, una vieja conocida de su familia.
También se mantenía en contacto con pilotos veteranos de guerra. Y, al igual que Brown, una pregunta era recurrente en su mente: ¿valió la pena arriesgarse a enfrentar una corte marcial y, muy probablemente, una sentencia de muerte, para salvar a ese bombardero estadounidense el 20 de diciembre de 1943?
La búsqueda
En 1985, Franz recibió una invitación para asistir a una fiesta por el 50º aniversario del Boeing B-17 Flying Fortress, que tuvo lugar en el Museo de Vuelo cerca del Boeing Field en Seattle, Estados Unidos, y fue el único as del aire alemán que dio el presente entre sus antiguos enemigos.
Un equipo de televisión local estaba cubriendo la fiesta y, en esa oportunidad, Stigler contó por primera vez su encuentro de 1943 con el B-17 de Brown quien, a su vez, también se preguntaba qué le habría pasado al piloto alemán que los había ayudado.
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En 2012 se publicó el libro A Higher Call (Una llamada superior, traducido en otros países como Más allá del deber), obra del estadounidense Adam Makos, y con la colaboración de Larry Alexander, donde se detallan los hechos del 20 de diciembre de 1943 sobre los cielos de Alemania.
Entonces comenzó su búsqueda, aunque pensaba que las posibilidades de encontrarlo eran muy escasas. Se unió a la 379ª Bomb Group Association, y en una reunión de Las Vegas, ¡también en 1985!, (llamada Gathering of the Eagles, Encuentro de las Águilas), Charlie les contó a sus pares lo que había sucedido 42 años atrás.
Además, revisaba archivos de Estados Unidos e Inglaterra hasta que, a fines de 1989, decidió escribir al Journal of the Association of German Fighter Pilots (la Asociación de Pilotos de Combate Alemanes, cuya revista se llamaba Jagerblatt), describiendo lo que había pasado con su bombardero y el Messerschmitt Bf 109.
Su carta fue publicada...
El encuentro del 21 de junio de 1990
En enero de 1990, Franz comenzó a leer el último número de la revista Jagerblatt y, allí, estaba la carta de Brown. Miles de imágenes pasaron por su mente en pocos segundos e, inmediatamente, le escribió una carta a su antiguo enemigo.
Por su parte, Charlie averiguó el número de teléfono de Franz y lo llamó.
Luego de varias cartas más, ambos se encontraron el jueves 21 de junio de 1990, en Seattle, casi 47 años después de protagonizar una historia que, partir de ahí, despertó el interés de todo el mundo.
Por varios minutos, ninguno de los dos pudo hablar producto del incontenible llanto que bañó sus rostros.
El hecho sobre los cielos de Alemania de 1943 fue detallado en el libro del estadounidense Adam Makos, titulado A Higher Call (Una llamada superior, traducido en otros países como Más allá del deber), publicado en 2012 y con la colaboración de Larry Alexander, donde el autor, tras entrevistarlo, encontró una poderosa razón por la que el piloto alemán no disparó: su honda religiosidad.
"Él (por Stigler) tenía un fundamento en la fe con la que había sido educado. Así que sabía que tendría que dar cuentas a Dios, y sabía que Dios lo estaba mirando", explicó.
En otras palabras, tuvo piedad y misericordia por su enemigo indefenso.
A partir de ese momento, Charles Brown y Franz Stigler se volvieron tan amigos como si fueran hermanos, afecto que se trasladó a sus respectivas familias.
En los años siguientes, cada vez que podían iban a pescar y, a menudo, aparecían juntos en espectáculos aéreos y en reuniones de viejos pilotos, donde eran el centro de la atención.
Ambos murieron en 2008, separados por ocho meses y dos días.
Ludwig Franz Stigler dejó este mundo el sábado 22 de marzo en Vancouver, a los 92 años y, sus restos, fueron cremados. En su obituario, su hija incluyó a "su hermano especial Charlie Brown".
Por su parte, Charles Lester Brown falleció en Miami el lunes 24 de noviembre, a los 86 años, y descansa en el Woodlawn Park Cemetery South de dicha ciudad.
En su necrológica del Miami Herald, sus hijas también señalaron que los últimos 18 años habían vivido "tan cercanos como si fuesen hermanos".
Ese mismo 2008, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos completó una investigación sobre las acciones del 20 de diciembre de 1943, por la que Brown recibió la Air Force Cross (Cruz de la Fuerza Aérea) y, cada uno de sus nueve hombres, una Silver Star (Estrella de Plata), la mayoría de ellos póstumamente, que convirtió a la tripulación del bombardero Ye Olde Pub en una de las más condecoradas de la historia.
¡Ah! Hoy en día se estima que, en el mundo, viven más de 25 personas –los descendientes de esta tripulación–, que nunca habrían nacido si Franz Stigler hubiera destruido el bombardero.
Y no lo hizo porque, en medio del indescriptible caos y destrucción que es una guerra, este verdadero caballero del aire actuó con alto e innegociable honor.
El mismo con el que, ahora, estos dos entrañables amigos continúan volando juntos en el cielo para toda la eternidad.