Como correo, pedaleó cientos de kilómetros por día con fotos, documentos, dinero y pasaportes escondidos en el asiento, el manubrio y el cuadro de su bicicleta.
El 5 de mayo de 2000, a los 85 años, se fue a la tumba con este secreto. Ferviente católico, quien ganara tres Giros d’Italia y dos Tours de France jamás alardeó de tan noble acción –y muy valiente, ya que arriesgó su vida para preservar la de otros– porque, simplemente, consideraba que había hecho “lo correcto”.
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Gino Bartali nació el 18 de julio de 1914 en Ponte a Ema, Florencia, Toscana. Comenzó a trabajar en el taller de bicicletas de un amigo de su padre, quien le regaló una. A los 15 años, se sumó a la Società Sportiva Aquila, el club del pueblo, y comenzó a competir.
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Su increíble historia vio la luz en abril de 2003, cuando los hijos deGiorgio Nissim,un judío toscano fallecido en Italia en 1976, y que tuvo una decisiva participación ayudando a los perseguidos,encontraron un viejo diario de su padre en el que se detallaba cómo funcionó la red clandestina que este heroico ciclista integró.
Tal fue su accionar para salvar vidas que, a partir del 23 de septiembre de 2013, Gino Bartali, una persona perbene (respetable, como se lo recuerda con absoluta justicia) es reconocido por el Museo de la Historia del Holocausto Yad Vashem, en Jerusalén, estado de Israel, como Justo entre las Naciones (nómina que integra, entre tantos otros no judíos, el recordado Oskar Schindler, al que Steven Spielberg inmortalizó con su película de 1993).
Siempre sobre una bicicleta
Gino Bartali nació el 18 de julio de 1914 en Ponte a Ema, Florencia, Toscana, en el seno de una humilde familia de agricultores. Como adolescente comenzó a trabajar en el tallerde bicicletas de Oscar Casamonti –un amigo de su padre–, quien le regaló una y, al ver sus condiciones sobre la misma, le sugirió que comenzara a entrenarse para competir. Tal es así que, con 15 años, se sumó a la Società Sportiva Aquila, el club del pueblo.
Su ascenso fue meteórico. En 1936 se alzó con su primer Giro d’Italia pero, la tragedia, dio el presente en su familia y estuvo a punto de abandonar las competencias: su hermano menor,Giulio, también ciclista, murió a los 20 años tras ser arrollado por un Fiat Balilla durante una prueba de aficionados.
Pero su vida espiritual hizo un profundo cambio y, a partir de esta pérdida, se volcó al catolicismo, fe que abrazó con inmenso fervor y practicaría hasta el último de sus días, tal es así que se sumó a la Acción Católica y, tras retomar su carrera en 1937, se llevó su segundo Giro y se hizo miembro de la Tercera Orden Carmelita.
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Merced a sus brillantes conquistas, Bartali fue muy popular y admirado en su época. Era el ícono deportivo de Italia y, cuando estaba en lo más alto de su carrera, debió interrumpirla en 1939 cuando se desencadenó la Segunda Guerra Mundial.
Benito Mussolini –presidente del Consejo de Ministros del Reino de Italia, el pomposo cargo que ocupaba desde el 31 de octubre de 1922– creía que si un italiano se imponía en el legendario Tour de France, demostraría la superioridad de esta raza, tal como Adolf Hitler lo pregonaba para la Alemania nazi.
Por eso, la brillante victoria de Bartali en tierras francesas en 1938 (en la que aventajó por casi 20 minutos a su escolta) se convirtió en un asunto de interés nacional y fue aprovechada por el aparato de propaganda del régimen fascista.
De esta manera, el ciclista fue considerado por muchos como un corredor del régimen pero, en realidad Bartali renegó absolutamente siempre del fascismo y, además, aborrecía al nazismo.
A Bartali lo “invitaron” a dedicarle su triunfo del Tour de 1938 a Mussolini, como había hecho la Selección italiana de fútbol en el Mundial de Francia que ganó ese año, pero declinó el ofrecimiento.
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Lo que para otros hubiera representado un desplante imperdonable –y hasta un insulto a Il Duce y su investidura–, no lo fue para Gino, quien había sido consagrado como ícono deportivo por el propio régimen.
Pero, cuando la carrera deportiva de Bartali como ciclista estaba en lo más alto, la guerra se cernía velozmente sobre Europa. Además, el 18 de septiembre de 1938, Mussolini había presentado en Trieste su Manifesto della Razza (Manifiesto de la Raza), una muy dura ley racial fascista que, en la práctica, significó que los judíos perdieran la ciudadanía italiana; prohibía el culto pentecostal e impedía que se casaran con católicos; no podían trabajar en el gobierno o la banca; tampoco estudiar en las escuelas públicas (menos aún, impartir clases) y, ni siquiera, podían ejercer sus profesiones.
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Merced a sus brillantes conquistas, Bartali fue muy popular y admirado en su época. Era el ícono deportivo de Italia y, cuando estaba en lo más alto de su carrera, debió interrumpirla en 1939 cuando se desencadenó la Segunda Guerra Mundial.
Pedaleando para salvar vidas
Con la Segunda Guerra Mundial –que comenzó el 1 de septiembre de 1939, cuando Alemania invadió Polonia– en curso, los nazis ocuparían regiones del norte y centro de Italia, y comenzarían a deportar judíos a distintos campos de concentración, como el de Risiera di San Sabba (el único en el Reino de Italia, ubicado en Trieste), y los de Dachau y Buchenwald (en Alemania), y Auschwitz (en Polonia).
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Además de sus victorias en las Grandes Vueltas (El Tour de France, el Giro d’Italia y la Vuelta a España), Bartali ganó en cuatro ocasiones el campeonato Nacional Italiano y varias pruebas especiales de un día (las Clásicas), como la Milán-San Remo y el Giro de Lombardía.
Fue entonces cuando Bartali, un católico devoto, recibió un ofrecimiento del arzobispo de Florencia, cardenal Elia Dalla Costa, que había casado a sus padres: unirse a una red secreta para proteger y ayudar a escapar a judíos y otras personas en grave peligro.
Esta red clandestina a la que se sumó Bartali contaba con la colaboración de monjas de clausura, frailes franciscanos y hasta de monjes oblatos (los creyentes que, sin profesar los votos ni dejar de ser laicos, se comprometen a cumplir los compromisos de alguna orden).
Todo este esfuerzo era coordinado por la Delegación de Asistencia a Emigrantes Judíos (Delasem), con sede en Génova y numerosos miembros en la Toscana, región de la que Bartali era oriundo, y donde estaba dirigida por el joven médico y rabino florentino Nathan Cassutoy por el sacerdotecatólico Leto Casini.
El objetivo era muy claro: buscar una vía de escape para los judíos hacia Francia y a la por entonces Yugoslavia.
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Bartali siempre fue discreto y respetuoso, tanto en su vida particular como cuando competía. Muy querido por el público, una vez le dijo al periodista y escritor Gianni Mura: “Yo no gané mucho dinero e hice algunas inversiones equivocadas, pero tengo garantizado un vaso de vino y que me den la mano en cualquier pueblo de Italia”.
Pero como ambos fueron delatados, Cassuto fue enviado a Auschwitz, donde murió en 1944 y, Casini, terminó en la cárcel. Entonces, surgió la figura de otro judío florentino, Giorgio Nissim,quien sería el nuevo encargado regional de la red, encargada de facilitar documentación falsa a quienes querían huir, una misión en la que Bartali cumpliría un papel absolutamente trascendental.
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Gino se convirtió en un correo y, durante los siguientes años, pedaleó miles de kilómetros a través de Italia, por caminos que unían ciudades tan lejanas como Florencia, Lucca, Génova, Asís y hasta El Vaticano, con los pasaportes falsos que les permitieron escapar de la muerte a 800 judíos.
Estos se confeccionaban en imprentas clandestinas habilitadas en los sótanos de conventos y abadías, por lo que la tarea de Bartali consistía en llevar hasta allí papeles y fotos, recoger los documentos falsificados y transportarlos hasta las iglesias indicadas, donde eran recogidos por curas que también integraban la red.
Aunque la Segunda Guerra Mundial había congelado el Tour y el Giro, jamás dejó de pedalear. Lo que parecían extensas jornadas de entrenamiento eran en realidad viajes en los que, ocultos en los caños del cuadro, el manubrio, y bajo el asiento de su bicicleta, Bartali transportaba fotografías, documentos falsos, y hasta dinero.
Por otra parte, sus “entrenamientos” servían de guía para indicarles a los fugitivos cuáles eran los caminos más seguros (o menos peligrosos) para escapar o para llegar hasta algún refugio.
Como conocía muy bien las zonas –especialmente las de las regiones de la Toscana y Umbría– pedaleaba de día y de noche y, como era muy popular entre los soldados que controlaban las rutas, ya que lo admiraban por sus victorias, lo dejaban circular sin inconvenientes, siempre con la excusa de que se estaba entrenando.
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El 7 de julio de 1946, Gino ganó por tercera y última vez el Giro d’Italia. Le faltaban 11 días para cumplir 32 años, y fue su primera gran conquista una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. En la foto, es llevado en andas tras la 17ª y última etapa, entre Mantua y Milán.
Además, Bartali no permitía que nadie tocara su bicicleta ya que, según él, había sido ajustada y calibrada “al milímetro” para alcanzar la mayor velocidad posible.
Pero, además de impulsarlo a devorar kilómetros con documentos por los que habría sido inmediatamente fusilado si era descubierto, su inmenso corazón también lo motivó a esconder en una casa que poseía en Florencia, a su amigo judío Giacomo Goldenberg y su familia, a la cual, cada vez que podía, los visitaba para llevarles comida.
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Bartali (en la foto, en un descanso en el Tour de France de 1951) solía fumar una vez concluida la etapa que disputara. Su capacidad atlética y aeróbica era extraordinaria por lo que, a pesar de ser fumador, competía de igual con ciclistas que no lo eran. Y les ganaba.
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Una historia de heroísmo
Una vez terminada la guerra, Bartali volvió a competir y, a la fecha, posee dos récords muy difíciles de batir: ganó dos Tours de France (1938 y 1948) y dos Giros d’Italia (1936 y 1946, además de un tercero, en 1937) con diez años de diferencia.
Se retiró en 1954, con un total de 91 victorias en distintas pruebas y, por sus extraordinarios logros, ocupa el 6° puesto entre los 100 mejores ciclistas de todos los tiempos e integra el Cycling Hall of Fame(Hall de la Fama del Ciclismo), ubicado en Aigle, Suiza, sede de la Unión Ciclista Internacional (UCI).
Asimismo, fue nombradoCavaliere di Gran CroceOMRI(Caballero de la Gran Cruz al Mérito de la República de Italia).
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Esta es una de las fotos más famosas de Bartali que, por entonces, tenía 38 años. Fue durante la primera etapa de montaña del Tour de France de 1952, que terminaba en Alpe D´Huez, donde intercambió una botella de agua con su compatriota y gran rival, Fausto Coppi, otro enorme campionissimo, como los llamaban en Italia.
Pero, el heroico accionar de Bartali en la Segunda Guerra Mundial, permaneció en secreto durante casi seis décadas. Il Ginettaccio, como sus admiradores lo llamaban, murió en su ciudad natal el 5 de mayo de 2000, a los 85 años.
En abril de 2003, casi tres años después de su fallecimiento, los hijos de Giorgio Nissim anunciaron que habían encontrado un viejo diario de su padre, donde detallaba las acciones de la Delasem, que Bartali integró.
Piero y Simona Nissim les entregaron las memorias de su padre a dos historiadoras, Silvia Angelini y Paola Lemmi, quienes reconstruyeron y confirmaron lo que hizo esta red clandestina en la Segunda Guerra merced al testimonio de algunos sobrevivientes y, también, de descendientes de los judíos que fueron salvados de la muerte.
La repercusión fue inmensa y, todos, elogiaron sin retaceos la valentía de uno de los máximos deportistas de la historia de Italia para salvar vidas, arriesgando la suya y la de su familia, y de la inmensa humildad que poseía, ya que jamás alardeó de lo que había hecho, sino todo lo contrario, porque poseía una discreción ejemplar.
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Bartali se retiró en 1954, con un total de 91 victorias en distintas pruebas y, por sus extraordinarios logros, ocupa el 6° puesto entre los 100 mejores ciclistas de todos los tiempos e integra el Cycling Hall of Fame (Hall de la Fama del Ciclismo), ubicado en Aigle, Suiza, sede de la Unión Ciclista Internacional (UCI).
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Desde el 23 de septiembre de 2013, Gino Bartali es reconocido por el Museo de la Historia del Holocausto Yad Vashem, en Jerusalén, estado de Israel, como Justo entre las Naciones y, el 12 de octubre de 2014, se estrenó My Italian Secret: The Forgotten Heroes(Mi secreto italiano: los héroes olvidados), un documental dirigido por el estadounidense Oren Jacoby y que cuenta cómo se evitó que miles de judíos fueran deportados a los campos de concentración en la Segunda Guerra, incluidos los 800 de Bartali.
“Papá arriesgó su vida para salvar a muchas personas. Era muy humilde y no quería contar todo lo que había hecho por los judíos. «El bien se hace, pero no se dice, ¿si no qué bien es ese?», decía. Siempre quiso mantener en silencio esta historia, y lo argumentaba afirmando que «no está bien especular con las desgracias de los otros para tu propio beneficio»”, reveló Andrea, uno de sus tres hijos (los otros son Bianca Maria y Luigi).
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Bartali se casó en 1940 con Adriana Bani (foto), con la que tuvo tres hijos: Andrea, Bianca Maria y Luigi. Falleció el 5 de mayo de 2000, a los 85 años y, su viuda, que recibió el reconocimiento póstumo a su marido por su desempeño durante la guerra, murió en 2014, a los 95.
Aunque durante décadas varios creyeron que era el corredor del régimen fascista, a Gino jamás le importó y, en 2003, el mundo supo la verdad y su inconmensurable grandeza.
"Nos dio refugio a pesar de que sabía bien de que los alemanes mataban a cualquiera que escondiera a judíos", recordó Giorgio Goldenberg, hijo de Giacomo, en la película de Jacoby. "Él arriesgó no solo su vida sino la de su familia y nos salvó a todos, porque nosotros no teníamos ningún lugar a donde ir", agregó con emoción.
“Mi padre era un católico ferviente. Fue un gran deportista y un hombre de fe. Casi nunca nos habló de lo que hizo durante la guerra. Tan solo decía que «había hecho lo correcto y que, en la vida, esas cosas se hacen y basta» Hizo todo en silencio y sin pedir nada a cambio”, completó su hijo Andrea.
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Desde el 23 de septiembre de 2013, Gino Bartali es reconocido por el Museo de la Historia del Holocausto Yad Vashem, en Jerusalén, estado de Israel, como Justo entre las Naciones. En la foto, Andrea, su hijo mayor (fallecido el 22 de junio de 2017, a los 75 años), señala el nombre de su padre en la lista de los italianos distinguidos por esta institución.
Riposa in pace, campionissimo, e grazie per tutti.