Pero, a pesar de las malas condiciones meteorológicas, ese día se disputó el tradicional Maratón de la ciudad, cuya primera edición se realizó en 1897 y, por ello, es el más antiguo del mundo.
Aunque el reglamento de esta prueba no hacía mención alguna al sexo de los participantes, como tampoco la Amateur Athletic Union (AAU, Unión Atlética Amateur) excluía expresamente a las mujeres de este tipo de competencias, no había una categoría de damas en las mismas.
En esos tiempos, los maratones eran solo para hombres.
No obstante, en la edición de 1967 se produciría un hecho que cambiaría para siempre las condiciones de igualdad a la hora de correr los 42,195 kilómetros de un maratón. Alguien se anotó para tomar parte de la prueba con su número de registro oficial de la AAU, presentó un certificado de aptitud física (ya que muchos afirmaban que, “fisiológicamente”, una mujer era incapaz de completar un trayecto tan extenso) y, pagando el canon correspondiente, firmó el formulario de inscripción como "KV Switzer".
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Kathrine se inscribió para el Maratón de Boston (cuyo costo era de 3 dólares) y firmó con sus iniciales “KV Switzer”. En la lista oficial de la prueba, figura solo con la “K”, se le asignó el número 261 y representó al equipo de los Syracuse Harriers.
Le asignaron el número 261 y, las iniciales, resultaron ser las de Kathrine Virginia Switzer quien, con solo 20 años por entonces, entraría en la Historia: durante la prueba y, al ver que era una mujer, Jock Semple, uno de los comisarios y codirector de la misma, intentó detenerla y quitarle el número, en una de las escenas más icónicas de todos los tiempos.
Pero, ayudada por su novio y otros corredores, quienes impidieron que Semple lograra su cometido y luego la escoltaron hasta la meta, Kathrine se convirtió –hace hoy 58 años– en la primera mujer registrada oficialmente que completó un maratón y, de este modo, dio un decisivo e histórico paso hacia la igualdad en el deporte.
Corrió desde muy pequeña
Kathrine Virginia (Kathy) Switzer nació el 5 de enero de 1947 en el Hospital Militar de Amberg, Alemania, donde estaba destinado su padre, Washington Homer Switzer, un veterano de la Segunda Guerra Mundial –también combatiría en la de Corea, en la década siguiente– que alcanzaría el grado de coronel en el ejército de los Estados Unidos y que, emocionado por la llegada al mundo de su hija, se olvidó de poner la “e” en medio de “Katherine” en su partida de nacimiento.
Su madre, Virginia Irene Miller, era profesora de Inglés (más adelante sería directora de una escuela secundaria) y, su hermano Warren Homer, es dos años mayor que ella.
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John Duncan (Jock) Semple, uno de los comisarios deportivos y codirector del Maratón, intentó detener a Switzer, de 20 años, en plena carrera. La revista Life incluyó esta imagen (tomada por Harry Trask, del Boston Herald-Traveller) en la lista de las "100 fotografías que cambiaron el mundo".
La familia regresó a los Estados Unidos en 1949 y se radicó en el condado de Fairfax, Virginia, donde Kathy comenzó a correr desde muy pequeña.
Aunque inicialmente se había volcado a jugar al hockey sobre césped en la escuela, su padre insistió que corriera, “al menos”, una milla (1,609 kilómetro) por día. "El verdadero juego está en el campo. La vida es para participar, no para ser espectadora", le recalcaba su progenitor.
Por eso, Kathrine siempre recuerda que ese fue el inicio de todo. “Mi padre fue quien me animó a correr. Cuando yo corría con 12 años, no lo entendía. Empecé a correr con hombres y todos fueron maravillosos conmigo”, agregó Kathy, que a principios de 1967 ingresó a la Universidad de Syracuse para estudiar Periodismo y Literatura Inglesa y, además, fue autorizada para entrenarse a diario con el equipo masculino de cross-country de dicha entidad educativa.
Cómo se gestó su participación en Boston
En una época de intensa agitación política y de movimientos radicales, la búsqueda de nuevas formas de vida se palpaba en todo momento en la sociedad estadounidense.
“Hasta el de Boston, yo era una chica que quería correr su primer maratón”, rememoró Kathrine quien, al tomar conocimiento de que no existía una regla específica que prohibiera la participación de una mujer en esta prueba, decidió tomar parte de la misma.
Técnicamente, el reglamento del Maratón de Boston no especificaba el género de quien lo disputara pero, por otra parte, implícitamente se aceptaba que las mujeres tenían prohibido correr en competencias oficiales.
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Arnie Gribbs, entrenador de Switzer, trató de alejarlo a Semple, gritando: “Dejala en paz, Jock. La entrené, está bien. ¡Dejala en paz!”, a lo que el codirector del Maratón le respondió: “¡No te metás en esto, Arnie!”
Por entonces, las reglas de la AAU –vigentes en el Maratón–, determinaban que las damas no serían admitidas en carreras fiscalizadas por esta entidad cuyo trayecto fuera mayor a 1,5 milla (2,42 kilómetros).
Pero Kathy también debió convencer a Arnie Briggs, su entrenador en la Universidad de Syracuse que, a los 50 años, ya había completado 15 maratones y diariamente le contaba historias increíbles de esta competencia.
"Ninguna mujer puede correr el Maratón de Boston", tiró Briggs, quien pensaba que una distancia tan larga no era adecuada para la “fragilidad femenina”. Pero le aclaró: "Primero tendrás que demostrármelo. Si completás la carrera en un entrenamiento, yo seré el primero en llevarte a Boston".
Y así fue: tres semanas antes del Maratón, ambos completaron la distancia de la prueba. Incluso, Kathrine quiso correr un poco más pero, para el entrenador, fue suficiente: al otro día, este le acercó el formulario de inscripción –cuyo valor era de 3 dólares– para que lo firmara, lo que hizo como “KV Switzer”.
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Tras el intento fallido de Gribbs, intervino Tom Miller (390), por entonces novio de Kathy el cual, con un fuerte empellón, más un golpe al cuerpo, derribó a Semple, quien cayó al costado del camino.
Años después, Kathy explicaría los motivos: “Primero, porque siempre me pedían que deletreara el apellido de mi padre, que es de origen alemán. Y segundo porque, aunque sabía que no era habitual que las mujeres corrieran en Boston, tampoco era ilegal. No había ningún reglamento que lo prohibiera. Por eso me inscribí con iniciales”.
El día que hizo Historia
Enterado de que iba a participar, el padre de Kathy apoyó la decisión de su hija –que se había entrenado cinco meses para correr en Boston– y se sintió “muy bienvenida” al llegar a la zona de concentración de los atletas, ya que fue saludada por varios corredores y amigos.
Con el número 261 en su pecho y espalda y, vistiendo un jogging gris, con cuya capucha cubrió su cabello, Kathrine comenzó el calentamiento para largar.
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Escoltada por su novio, su entrenador y otros corredores, Switzer completó el Maratón de Boston en 4h20’. “Cuando la terminé, sentí que tenía un plan de vida, una meta, un propósito para cumplir. Me sentí plena también porque corrí mi primer maratón bajo las circunstancias más difíciles y, después de eso, nada más sería tan duro”, reflexionó sobre lo que había hecho y lo que representaría en el futuro.
La acompañarían su entrenador, Arnie Briggs; su novio, Tom (Big) Miller, un fornido jugador de fútbol americano y lanzador de martillo que pesaba 107 kilos (que sería el primero de sus maridos, entre 1968 y 1973), y otro integrante del equipo que representarían, los Syracuse Harriers.
“Hacía mucho frío, el viento soplaba muy fuerte y caía una especie de aguanieve. Y, lo que más recuerdo, es que los hombres, entre otras cosas, me decían: «Es genial tener una mujer acá. Buena suerte», «¡Eh! ¿Vas a hacer todo el recorrido?», «¿Me podrías dar unos consejos para traer a mi esposa a correr?» Para tranquilizarme, mi entrenador destacó: «Todos están contentos de que estés acá» y, cuando mi novio dijo: «¡Dios, estás usando pintura de labios!» (lo que podría revelar su sexo y que alguien le impidiera correr), le respondí que «no me la voy a sacar»”, contó Kathy sobre los momentos previos a la largada.
El Maratón se largó a las 12 y, a pesar de las malas condiciones meteorológicas, Kathy comenzó a correr entre risas y más saludos de los que, al verla, reconocían su sexo, incluidos los periodistas y fotógrafos que iban en la camioneta de prensa.
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Con 27 años, Kathy ganó en su categoría el Maratón de la ciudad de Nueva York de 1974 (en la foto, extenuada tras cruzar la meta), con un tiempo de 3h07’29”, y finalizó 59ª en la General.
“Corrí dos millas (3,2 kilómetros) y los periodistas decían: «Mirá, una chica», y me sacaban fotos”, contó Switzer. Incluso, la capucha ya no ocultaba sus cabellos.
Y, entonces, detrás de ella, apareció John Duncan (Jock) Semple, uno de los comisarios deportivos y codirector del Maratón. Oriundo de Glasgow, Escocia, donde había nacido el 26 de octubre de 1903, era un irascible ex corredor al que la revista Sports Illustrated definió como "el mismísimo Señor Maratón de Boston" ya que, durante décadas, trabajó en la organización y fiscalización de la prueba.
También, Semple era un estricto tradicionalista que consideraba a este Maratón como "sagrado". Incluso, años atrás había tratado de expulsar en plena carrera a competidores que no consideraba “serios”, como uno que corría disfrazado como el Tío Sam, y a otro que lo hacía con una máscara y un snorkel.
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En 1975, en el cuarto Maratón de Boston que reconocía oficialmente a las corredoras, Kathy finalizó en la 2ª posición, con la mejor marca de su trayectoria (2h51’37”) y, a lo largo de su vida, completaría otras 34 pruebas de este tipo.
Al descubrir que una mujer participaba de la que consideraba “su” prueba, Semple –quien iba en la camioneta de prensa, y de la que se bajó muy enojado– se abalanzó sobre Switzer e intentó quitarle los números con los que esta corría.
“Instintivamente, giré la cabeza rápidamente. Vi un hombre grande, un hombre enorme, con los dientes al descubierto y listo para saltar y, antes de que pudiera reaccionar, me agarró del hombro y me tiró hacia atrás, gritando: «¡Fuera de mi carrera y dame esos números!» Luego trató de arrancarme el número de mi pecho”, reseñó Kathy.
Y prosiguió: “El pequeño y valiente Arnie (Gribbs) lo golpeó y trató de alejarlo, gritando: «Dejala en paz, Jock. La entrené, está bien. ¡Dejala en paz!» Y, este hombre, respondió: «¡No te metás en esto, Arnie!»
Kathy resumió sus sentimientos ante semejante situación: “Nunca había sentido tanta vergüenza y miedo. Estaba horrorizada. Nunca me maltrataron, ni siquiera me pegaron cuando era una niña y, el poder físico y la rapidez del ataque, me sorprendieron. Estaba aturdida y confundida. Nunca había estado cerca de la violencia física”.
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Junto a sus padres, Washington Homer Switzer, quien alcanzó la jerarquía de coronel en el ejército estadunidense, y Virginia Irene Miller, que era profesora de Inglés y, también, sería directora de una escuela secundaria. La foto es de 1992, cuando Kathy tenía 45 años.
Entonces intervino Tom Miller, su novio el cual, con un fuerte empellón, más un golpe al cuerpo, derribó a Semple, quien cayó al costado del camino. “¡Corré lo más rápido que puedas!”, fue el pedido-orden para Kathy de parte de su entrenador hasta que, poco después, dejaron atrás al agresor.
Asimismo, Switzer reveló los pensamientos que pasaron por su mente: “Así de asustada me sentí, así como profundamente humillada y, por un pequeño momento, me pregunté si debería abandonar la carrera. No quería estropear esta prestigiosa carrera. Pero, el pensamiento, duró lo que un parpadeo. Sabía que si renunciaba, nadie creería jamás que las mujeres tenían la capacidad de correr más de 26 millas (los 42,195 kilómetros del maratón). Si renuncio, todo el mundo diría que fue un truco publicitario. Si renuncio, los deportes femeninos retrocederán mucho, en lugar de avanzar. Si renuncio, nunca correré en Boston. Si renuncio, Jock Semple y todos los que son como él ganarían. Mi miedo y humillación se convirtieron en ira”, enfatizó.
Escoltada por su novio, su entrenador y otros corredores, Switzer completó el Maratón de Boston en 4h20’.
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Switzer –que el 5 de enero último cumplió 78 años– también escribió varios libros, se casó tres veces (no tuvo hijos), fue comentarista de televisión (recibió un premio Emmy por su labor) y, en 2011, ingresó en el National Women’s Hall of Fame (Hall Nacional de la Fama de la Mujer, sito en Seneca Falls, Nueva York).
“Cuando la terminé, sentí que tenía un plan de vida, una meta, un propósito para cumplir. Me sentí plena también porque corrí mi primer maratón bajo las circunstancias más difíciles y, después de eso, nada más sería tan duro”, reflexionó sobre lo que había hecho y lo que representaría en el futuro.
El ataque de Semple fue capturado por el fotógrafo Harry Trask, del Boston Herald-Traveller y, las imágenes –donde Kathy está corriendo y, a la vez, es agredida por un hombre y defendida por otros–, dieron la vuelta al mundo y quedaron atesoradas para siempre en los anales de la historia, ya que representan el inicio de una larga lucha por permitir que las damas también pudieran participar en las carreras junto a los caballeros.
Tal es así que, la revista Life incluyó la imagen de Semple tratando de detener a Kathy en la lista de las "100 fotografías que cambiaron el mundo".
El inmenso legado
La aparición de Kathy en el Maratón de Boston tuvo tal repercusión que, definitivamente, abrió de par en par las puertas del debate sobre la participación de las mujeres en todos los deportes ya que, hasta ese momento, en muchas disciplinas solo competían hombres.
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El lunes 17 de abril de 2017, al cumplirse 50 años de su primera participación, Kathy, que por entonces tenía 70 años, disputó el Maratón de Boston otra vez –usando el icónico número 261–, y completó el recorrido en 4h44’31”. Luego del mismo y, en su honor, ese número se retiró para siempre de todos los futuros Maratones de esta ciudad.
El 22 de marzo de 1972, el Congreso estadounidense aprobó la Enmienda de Igualdad de Derechos y, meses después, promulgó el Título IX, que prohíbe la discriminación por sexo en las escuelas.
En abril siguiente, cinco años después de la –cuanto menos– intempestiva y agresiva irrupción de Semple tratando de expulsar a Switzer, los organizadores del Maratón de Boston autorizaron la participación de mujeres en la prueba.
El lunes 17 de ese mes, la estadounidense Nina Kuscsik, de 33 años y madre de tres niños pequeños, se convirtió en la primera campeona oficial del Maratón de Boston en, hasta entonces, 74 años de historia.
Se impuso con un tiempo de 3h10’26” y, las otras siete mujeres que también participaron ese año, llegaron a la meta.
Switzer ganó el Maratón de la ciudad de Nueva York de 1974, en 3h07’29” (arribó 59ª en la General); en 1975, en el cuarto Maratón de Boston que reconocía oficialmente a las corredoras, Kathy finalizó en la 2ª posición, con la mejor marca de su trayectoria (2h51’37”) y, a lo largo de su vida, completaría otras 34 pruebas de este tipo.
Además, continuó con su campaña por la inclusión femenina e igualdad en todos los deportes, la que llegó incluso a los maratones olímpicos, lo que inicialmente chocó con la idea de quienes sostenían que, esta carrera tan larga, era “demasiado extenuante” para el físico de las mujeres.
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El legado de Kathrine Switzer es inmenso. Su aparición en el Maratón de Boston de 1967 tuvo tal repercusión que, definitivamente, abrió de par en par las puertas del debate sobre la participación de las mujeres en todos los deportes ya que, hasta ese momento, en muchas disciplinas solo competían hombres.
En 1980, el Colegio Estadounidense de Medicina del Deporte (ACSM) emitió una declaración donde afirmaba que "no existe evidencia científica o médica concluyente de que las carreras de larga distancia estén contraindicadas para las atletas sanas y entrenadas. El ACSM recomienda que se permita a las mujeres competir en los campeonatos nacionales e internacionales en las mismas distancias en las que compiten sus homólogos masculinos”.
En febrero de 1981, el Comité Olímpico Internacional aprobó la inclusión del maratón femenino en los Juegos de Los Ángeles, que se disputarían tres años después.
“Organizamos más de 400 carreras en 27 países, y usamos las estadísticas de esos eventos para hacer lobby ante el COI, hasta que logramos incluir el maratón femenino, en 1984”, dijo Kathrine con orgullo, al ver cristalizado otro de sus sueños.
Switzer –que el 5 de enero último cumplió 78 años– también escribió varios libros, se casó dos veces más (no tuvo hijos), fue comentarista de televisión (recibió un premio Emmy por su labor), ingresó en el National Women’s Hall of Fame (Hall Nacional de la Fama de la Mujer, sito en Seneca Falls, Nueva York) en 2011 por crear una revolución social al empoderar a las mujeres de todo el mundo a través del running y, en 2015, fundó 261 Fearless (261 Sin Miedo), una organización global sin fines de lucro que trabaja para crear oportunidades para las mujeres a través de programas educativos, e impulsando la inclusión en el deporte.
El lunes 17 de abril de 2017, al cumplirse 50 años de su primera participación, Kathy, que por entonces tenía 70 años, disputó el Maratón de Boston otra vez –usando el icónico número 261–, y completó el recorrido en 4h44’31”.
Luego del mismo y, en su honor, ese número se retiró para siempre de todos los futuros Maratones de esta ciudad.
El Maratón de Boston de 1967 tuvo 741 inscriptos, entre ellos, una mujer, la que alentaría a miles de sus pares a seguir sus pasos.
“Correr transforma a las mujeres. Te hace sentir segura de vos misma, te reafirma. Es asombroso que solo poner un pie delante de otro te haga sentir que sos capaz de todo. También te hace sentirte sin miedo. Y después de correr, podés querer dar otro paso, empezar otra nueva vida o asumir un reto que quizás antes temías. Una mujer puede empezar corriendo un kilómetro, luego cinco, luego diez y, luego, un maratón. ¿Y sabés? Si corrés un maratón, podés hacer todo", reflexionó.
¿Algo más? Sí: Con el correr de los años, Switzer y Semple se hicieron muy buenos amigos. “Cuando en 1972 se habilitó la presencia de mujeres en el Maratón de Boston, él seguía siendo comisario de la carrera. Se me acercó y me dijo que había tenido razón en mi planteo. Creo que las personas tienen derecho a cambiar y, el resto, tenemos que aceptar de buen grado cuando lo hacen. En aquel momento sentí que había cambiado y que estaba bien que hubiera sido así. Fue él, además, quien dio el primer paso”, dijo Kathy.
Y abundó: “Charlé con él en sus tres últimas horas de vida (NdeR: John Jock Semple murió a los 84 años, de cáncer de páncreas e hígado, el 10 de marzo de 1988, en Peabody, Massachusetts). Lo tomé en mis brazos y él me dijo: «¿Sabés? Te hice famosa». Y yo le dije: «Jock, yo también te hice famoso». Y nos reímos. El tiempo que tenemos es demasiado corto como para no perdonar. Él fue el motor que necesitaba para hacer todo lo que vino después”, concluyó Kathy.