Gracias a su capacidad para captar luz infrarroja, el James Webb reveló estructuras ocultas en esta densa nebulosa, permitiendo a los científicos observar los procesos que llevan a la formación de estrellas y sistemas planetarios. En el centro de la imagen destaca una delgada nube vertical, que se asemeja a un reloj de arena con bordes irregulares.
El fenómeno es resultado de la interacción entre dos protoestrellas, es decir, estrellas en sus primeras etapas de formación. Estas jóvenes estrellas expulsan periódicamente corrientes de gas y polvo a gran velocidad, generando patrones coloridos de naranja, azul y violeta en la imagen, producto de la luz reflejada en el material circundante.
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Telescopio James Webb | NASA.
Las nebulosas oscuras como L483 son regiones extremadamente densas de gas y polvo, capaces de bloquear la luz visible. Aunque a simple vista puedan parecer áreas vacías, en realidad son los lugares más fértiles para la formación de nuevas estrellas.
El proceso comienza con la condensación de gas y polvo interestelar, que colapsa bajo su propia gravedad hasta formar una protoestrella. A lo largo de miles de años, estas protoestrellas expulsan parte de su material en forma de chorros y flujos, que al colisionar entre sí generan reacciones químicas y la formación de moléculas como monóxido de carbono y metanol.
Con el tiempo, las estrellas recién formadas limpiarán su entorno, dispersando las nubes de polvo y gas que las rodean. Finalmente, solo quedará un disco de material residual, el cual podría dar origen a nuevos planetas en un proceso similar al que formó nuestro propio Sistema Solar.
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El nombre Lynds 483 proviene de la astrónoma estadounidense Beverly T. Lynds, quien en la década de 1960 catalogó numerosas nebulosas oscuras y brillantes. Sus mapas detallados fueron fundamentales para la astronomía moderna, mucho antes de la era digital y la llegada de telescopios como el James Webb.
Este hallazgo no solo proporciona una vista sin precedentes del nacimiento de un sistema solar, sino que también permite a los astrónomos estudiar la evolución de las estrellas y su impacto en el entorno interestelar. Con observaciones como esta, el James Webb sigue ampliando nuestro conocimiento del universo y de los procesos que, hace miles de millones de años, dieron forma a nuestro propio hogar en el cosmos.