Qué reveló el estudio sobre el agua del río Salado
Un equipo de investigación liderado por la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y el CONICET detectó contaminantes emergentes en muestras de agua del río Salado y efluentes de zonas urbanas y rurales en Santa Fe.
De las 23 sustancias analizadas, se identificaron y cuantificaron 8 compuestos, entre ellos antibacterianos, pesticidas y antiparasitarios. Los niveles más altos corresponden a los antibacterianos ciprofloxacina y enrofloxacina, el insecticida clorpirifos-metilo, el ansiolítico diazepam y el antiparasitario levamisol. En aguas residuales también se encontraron los antiparasitarios albendazol y fenbendazol, además del insecticida tiametoxam.
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Los niveles más altos de contaminación en el río Salado corresponden a antibacterianos, insecticidas y ansiolíticos, con posibles efectos en la fauna y la salud humana.
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Impacto ambiental y riesgos para la salud
Los investigadores del Laboratorio de Desarrollo Analítico y Quimiometría de la FBCB, junto con equipos de otras facultades de la UNL y el CONICET, evaluaron el riesgo ecológico de estos compuestos.
Según los resultados, la ciprofloxacina es altamente peligrosa para bacterias, cianobacterias y algas, mientras que el diazepam y el clorpirifos-metilo representan una amenaza para crustáceos y peces, pudiendo estar relacionados con la mortandad de especies acuáticas observada en algunas zonas.
En cuanto a la salud humana, los investigadores identificaron que los lactantes (de 6 meses a 1 año) son el grupo más vulnerable a la exposición a estos compuestos. La ingesta diaria estimada es mayor en niños que en adultos, lo que genera preocupación por los efectos a largo plazo.
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Necesidad de regulaciones y monitoreo constante
Los contaminantes emergentes son un problema global, y en Argentina aún no existen regulaciones específicas para su control. Mientras en Europa ya se establecieron directrices, en Latinoamérica la información sobre estos compuestos es escasa y fragmentada.
Los expertos enfatizan la urgencia de fortalecer los programas de monitoreo de la calidad del agua y establecer normativas que restrinjan la liberación de estos contaminantes en los ecosistemas acuáticos.
"Es fundamental seguir investigando y generar mapas que registren la presencia de estos compuestos. Esta información será clave para diseñar estrategias de remediación y prevenir que estos contaminantes lleguen al consumo humano a través del agua potable", explicó Carla Teglia, investigadora de la FBCB UNL-CONICET.
El estudio completo está disponible en la revista de la Sociedad de Toxicología y Química Ambiental de Oxford University Press y puede consultarse en línea: https://academic.oup.com/etc/article/44/2/397/7942987.