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Actualidad Papa Francisco | Iglesia católica |

Adiós al Papa de los abrazos, el hombre que les habló a los que nadie quería oír

Murió Francisco, el Papa argentino que será recordado como un Quijote que invitaba a animarse a cambiar el mundo.

El “Papa de los gestos”, el “Papa de los abrazos”, el “El Papa de los pobres”. Tomó su nombre de San Francisco de Asís, quien siempre promulgó un mensaje de vida lleno de humildad y pobreza. Hasta en eso fue rupturista Bergoglio. El hombre que les habló a todos aquellos que nadie quería oír, a las minorías; el que expulsó a los curas abusadores, cuyas historias llenaban hojas muertas de investigaciones archivadas en el Vaticano, el que intentó cambiar cosas en la institución más antigua, importante y tradicional del planeta. Casi un Quijote que invitaba a animarse a soñar con cambiar el mundo.

Francisco llegó al Vaticano a romper todos los moldes y a recordar que el ejemplo es la mejor manera de predicar, como Jesús intentó hacer hace dos mil años, pero esta vez, en un lugar donde muchas cosas de la esencia original del catolicismo son difíciles de identificar entre tanta majestuosidad.

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“El primer Papa no europeo”, el “primer Papa jesuita”, el “primer Papa argentino”, el hombre al que no le gustaba hablar de condena sino de perdón, el que prefería siempre integrar en lugar de alejar, el que se divertía con las preguntas incómodas y para el que eran un desafío los misterios imposibles de la religión.

Francisco se durmió para siempre el día después de Pascuas, justo la fiesta más importante de la religión que él condujo durante 12 años con una impronta tan latina como argenta, que marcó a fuego la historia del primer Papa americano. Hombre que sabía disfrutar y vivir intensamente las celebraciones con la gente, claro que no podía irse antes y opacar el día dedicado a Jesús.

Se murió después del domingo de Resurrección, el día de la “La Pasquetta” en Italia, nombre que en ese país dan al lunes después de Pascuas, también conocido como “Lunedì dell’Angelo”, una fecha dedicada a “recordar a María consolada por los ángeles después de hallar el sepulcro de Cristo vacío tras la Resurrección”.

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Jorge Beroglio fue Papa por 12 años, pero siempre fue un cura de barrio, futbolero, fanático de San Lorenzo y jesuita.

Jorge Beroglio fue Papa por 12 años, pero siempre fue un cura de barrio, futbolero, fanático de San Lorenzo y jesuita.

Para los jesuitas, es jornada de descanso y muchos pensamos que eligió este día para descansar su cuerpo agotado de dar luchas y señales a la gente de una fuerza que se iba con cada suspiro. A pesar de todas las batallas que le quedaban por librar.

Antes de ser Papa, Jorge Bergoglio rompió la distancia que muchas veces caracterizaba a la curia en su relación con la gente. Entre los hechos más recordados en Buenos Aires, está el día en que, como Cardenal, lavó y besó los pies de los asistentes a una misa de Jueves Santo en el barrio Parque Patricios, allá por marzo de 2008.

Se animó a abordar los temas más polémicos, como la sexualidad, el divorcio, los abusos dentro de la Iglesia, la compasión hacia los exiliados y hasta pidió libre acceso a las vacunas durante la pandemia del covid.

Amado por las masas y mirado de reojo por aquellos sectores ultracatólicos de la Iglesia, todo su papado estuvo marcado por gestos que intentaron humanizar una figura clave dentro de la estructura eclesiástica, que la gente sintió cercana como nadie.

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Desde el primer momento, los sectores más conservadores no pudieron digerir su modo de ser: distinto, descontracturado, acorde a la Iglesia de los orígenes y al Evangelio que predicaba, con sus actos y palabras. El “buonasera” con el que saludó a los fieles en la Plaza San Pedro tras ser electo en 2013, sorprendió a la curia acartonada regida por estrictos protocolos que Francisco odiaba. Comenzó su papado con una carta de presentación al mundo, que fue una marca personal: la famosa frase “recen por mí”, que cambió antes de morir por la de “rezo por ustedes”, ya sintiendo quizá que no estaba tan lejos su final.

Porque Bergoglio fue eso también: el hombre de las frases motivadoras, que iban directo al corazón de la gente: “Espero que salgan a la calle y hagan lío, porque si la Iglesia no sale a la calle, se convierte en una ONG. Hagan lío, pero organícenlo bien. Un lío que nos dé un corazón libre, que nos dé esperanza; un lío que nazca de haber conocido a Jesús”.

Se murió Bergoglio, y el Papa Francisco en el camino a esa inmortalidad ganada por haber formado parte de la historia del mundo, recorrió 60 países en cinco continentes, pero muchos todavía le recriminan no regresar al suelo argentino, donde desarrolló todo su apostolado. Tantas veces hemos escuchado esto, sin tener en cuenta quizá que cuando asumió como Papa, a los 76 años, supo ya que no le alcanzaría jamás el resto de su vida, la que le quedaba en este plano, para hacer todo lo que quería su cabeza imparable.

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Se murió el Papa Francisco y ahora se abre un panorama lleno de preguntas para los fieles del mundo acerca de quién será el sucesor del hombre que marcó un antes y un después en el catolicismo moderno. Un cuerpo cansado de pregonar y luchar por los que nunca tuvieron voz y por mantener la fe contra las pruebas más duras que tuviera que afrontar la humanidad.

En las Pascuas del año 2020, Francisco dijo que “la oscuridad y la muerte no tienen la última palabra”. Es un legado que, sin dudas, permanecerá vivo como sus luchas, en los corazones de los fieles, pero también en aquellos a los que les cuesta creer, pero que encontraron en este hombre una fuente de inspiración o de consuelo para su vida.

Y que, como buen argentino que fue, seguramente tendrá la última palabra por sobre la oscuridad y el olvido.